bilbao. Mercedes está consiguiendo destronar a Red Bull. Al menos, lo está consiguiendo en las jornadas sabatinas, en las tandas de calificación para la formación de la parrilla de salida. Es un paso al frente de la competencia en el intento de apear a la escudería alada, que encadena tres temporadas pletóricas, y es en ésta, en la cuarta, cuando está comprobando que su monoplaza no es el más rápido, aunque solamente sea los sábados. Es ciertamente el galimatías de Mercedes, que sumando siete de las diez poles posibles de la presente campaña, con fiebre por los sábados, llega a los ejercicios dominicales con la lengua fuera, con una gestión poco envidiable en el consumo de neumáticos que no permite rematar la faena. Al revés, todo se viene abajo. En ello andan en Mercedes, tratando de aplacar males endémicos.
Lewis Hamilton, mientras, instala la rutina. Con la de ayer encadenó tres poles seguidas y rubricó para título personal su cuarta del año. Es el señor de las poles. Aunque en esta ocasión con un discurso poco alentador, pues invita a la desconfianza. "Me ha sorprendido la pole, pensé que la tenía Sebastian (Vettel)", diría el británico, alucinado como decía estarlo Fernando Alonso con una quinta plaza que para desaliento de la parroquia ferrarista es interpretada como "prácticamente un milagro" tras el octavo puesto de salida de Alemania y el noveno de Gran Bretaña, las dos citas previas. "Mi esperanza es para después del verano", añadía el asturiano, presentando la vaga esperanza de Ferrari en Hungría.
Quien reconoció su decepción fue Vettel, que sustenta un discurso ambicioso hasta la saciedad, inconformista. "Por supuesto que estoy algo molesto de que no haya bastado. Me hubiera gustado estar en la pole", confesó Vettel, trazando una sonrisa en su rostro después de afianzarse la segunda pintura de la parrilla. No obstante, "las señales son buenas para la carrera", comunicó a navegantes, "tengo ganas de disputar la batalla en el calor". Es precisamente este condicionante, el contexto de la posibilidad de una temperatura prevista cercana a los 40 grados centígrados -el asfalto podría marcar entorno a 60-, el que puede transformar el circuito Hungaroring en el infierno de Pirelli, de unos neumáticos y unas estrategias sujetas a la extrema abrasión, el talón de Aquiles del Mercedes.
Vettel realmente tenía argumentos para estar satisfecho en la jornada de ayer, antes de la carrera que establecerá el punto de inflexión del parón veraniego. Y es que vislumbra a Alonso en su retrovisor, así como a Kimi Raikkonen, que partirá sexto, sus inmediatos enemigos. "Nuestro gran rival es Sebastian. Queremos salir de aquí más cerca de él", deseó Alonso, "pero si no lo pasamos en la primera curva, luego se va a complicar". El asturiano, que rubricó en este escenario la primera de sus 32 victorias en la F-1, aterriza en esta décima prueba del Campeonato del Mundo con 34 puntos de desventaja respecto al líder Vettel, quien, por su parte, no conoce la victoria en Hungaroring, el único trazado junto a Austin en el que no ha ascendido a la cima del podio.