“Álvaro, mirar atrás es una ofensa a Dios”
Pocos días antes de morir en noviembre de 1976, D. José María Arizmendiarrieta recibió la visita del entonces ministro de Trabajo, Álvaro Rengifo. La visita fue corta debido a la fatiga del enfermo, quien como despedida ante el ministro visiblemente emocionado, sentenció: “Álvaro, mirar hacia atrás es una ofensa a Dios. Hay que mirar siempre adelante”. Esta frase revela una de las características del líder indiscutible del movimiento cooperativo vasco, de cuyo nombramiento como Venerable por el Papa Francisco se cumplen 10 años el próximo día 15 del presente mes y de cuyo fallecimiento se cumplirán 50 años el 29 de noviembre del año próximo. Razón por la que hemos decidido celebrar entre ambas fechas el que hemos denominado Arizmendiarrietaren Urtea. Año de la Empresa Humanista, siendo una ocasión para recordar el que, sin duda, ha sido uno de los personajes vascos más destacados del siglo XX.
Somos conscientes, con todo, de que este tipo de celebraciones se presta a “mirar hacia atrás”, con el peligro, aún con la mejor voluntad del mundo, de actuar de forma contraria a lo que él proponía, por lo que queremos esforzarnos para celebrarlo con fidelidad a su pensamiento y su talante.
Hay que tener en cuenta además que la práctica totalidad de los actuales líderes cooperativos, así como de los miembros de las distintas comunidades cooperativas surgidas de su inspiración eran demasiado jóvenes cuando falleció para haber tenido una referencia personal de la práctica de sus valores en la actividad empresarial.
Por otro lado, es una oportunidad para aplicar su referencia a lo que podríamos denominar “cultura social” de la sociedad vasca, teniendo en cuenta que sus objetivos no se limitaban a la empresa sino trascendían la misma: “Transformar la empresa para transformar la sociedad” era uno de sus lemas.
Teniendo en cuenta estas consideraciones quisiéramos destacar como guía para este año una de sus frases favoritas “Siempre hay un paso más que dar”, de tal manera que nos obligue a que cualquier mirada al pasado (posiblemente inevitable) venga acompañada de una propuesta de acción hacia el futuro.
Merece la pena recordar, en primer lugar, que Arizmendiarrieta, criado en un caserío vizcaino de un barrio de Markina y educado, por tanto, en las creencias y valores de la cultura tradicional vasca, fue un sacerdote que tuvo una formación en el Seminario de Vitoria que no difería de la que tuvieron los 400.000 sacerdotes católicos que había en el mundo en esa época. Por lo tanto, sus ideas en el ámbito económico-empresarial no fueron originales en absoluto ya que respondían a los principios y valores del humanismo cristiano y la Doctrina Social de la Iglesia que todos los sacerdotes conocían. Su genio estuvo, sin embargo, en su fantástica capacidad de aplicar esas ideas a la realidad concreta que se encontró en Mondragón en la década de los 50 del siglo pasado. Y con una finalidad muy clara: ayudar a resolver los problemas de las personas y las familias de su época partiendo de los principios y valores citados y superando los condicionamientos ideológicos habituales entonces. “Las ideas separan, las necesidades unen”, repetía para subrayar la necesidad de concitar la colaboración de todos por encima de las lógicas discrepancias ideológicas, políticas...
Lección importante para los tiempos que vivimos en los que, según algunos estudios internacionales a los que hemos hecho referencia en estas mismas páginas, la cohesión social y la cooperación serán algunas de las claves para que las comunidades puedan sobrevivir con su propia personalidad en el proceloso mundo actual.
Su pragmatismo (“El ideal es hacer el bien que se puede, no el que se sueña”) le llevó a focalizarse en la resolución de problemas de forma colaborativa (aunque abierta y no sectaria), que se complementaba con su rechazo a la palabrería y su alta valoración de la acción y no del discurso. “Los hombres que pudieran hacer bellas formulaciones pero que no fueran capaces de rubricarlas con hechos no nos sirven”. “Menos triunfalismo y más realismo; menos palabrería y más hechos; menos profetas y más hombres de palabra; menos ilusos y más prácticos. Las buenas ideas son las que se saben traducir en obras y las buenas palabras las que cada uno sabe avalarlas con hechos”. “Nunca ha sido la retórica lo que ha destacado a los hombres de nuestra tierra”. Reflexiones muy útiles para los tiempos actuales, en los que parece que el verbo brillante y las propuestas fantasiosas tienen tanto peso a la hora de valorar a las personas y a los grupos.
Y siempre destacando el valor del esfuerzo, del sacrificio y del trabajo, fruto sin duda de su austera experiencia familiar: “Entre nosotros el título nobiliario más universalmente aceptado y admirado ha sido el del trabajo”. “Quienes como nosotros nos ha tocado en herencia un país no pródigo en medios debemos compensar sus limitaciones con un redoblado esfuerzo e ingenio”, y criticando, por el contrario, su ausencia “Hay cooperativistas “de pico” y otros “de pala”
Con un talante de ambición en los logros a conseguir, una profunda autoexigencia y un rotundo rechazo de la autocomplacencia: “La satisfacción es una morfina peligrosa en los responsables de una empresa moderna”, “Pocas tentaciones tan sutiles encontraremos en nuestra tarea como la de sentirnos satisfechos” “La mediocridad de no pocos resultados puede tener su origen en la simple cortedad de nuestros proyectos”.
Aunque siempre como servicio a la comunidad, que nunca interpretó en un sentido restrictivo: “El movimiento cooperativo está seriamente comprometido en el quehacer comunitario que no empieza ni acaba en una zona concreta”, “Sería muy pobre el concepto que pudiera tener el mundo de un cooperativismo que no sirviera para nada más que para crear otras minorías con más elevado grado de bienestar”.
Lo que sin duda nos interpela para buscar nuevas alternativas para los desarrollos empresariales y sociales que trasciendan a las actuales fórmulas jurídicas cooperativas (como de hecho se están dando en el desarrollo de algunas cooperativas industriales) de forma que sus ventajas puedan llegar a más personas trabajadoras. Buscando fórmulas nuevas que también D. José María intuyó, negándose siempre a dar el carácter de Modelo a lo que siempre denominó Experiencia Cooperativa: “La Cooperación es un complejo de principios, una doctrina más que una concreción estructural acabada”, “Los principios cooperativos tienen que proyectarse en fórmulas prácticas viables y apropiadas a las circunstancias: quien las interpretara con otra rigidez sería un dogmático que haría muy mal servicio a la verdadera Cooperación”.
Y siempre, en cualquier caso, con una rigurosa coherencia en su actuación con los principios morales, que resumía en una frase clarividente: “Actuar y no ganar, crear y no poseer, progresar y no dominar”, que nos debe servir de guía para afrontar los nuevos retos que nos propondría en los tiempos actuales, inspirándonos por lo que hoy podríamos calificarle de Apóstol de la Empresa Humanista como norte para abordarlos.
Presidente de Arizmendiarrieta Kristau Fundazioa y socio colaborador de Laboral Kutxa