En Palestina no tienen ningún problema relacionado con el final de las vacaciones veraniegas ni con la rentrée del nuevo curso, que para nosotros los europeos constituyen las preocupaciones principales en los días finales del mes de agosto y primeros de septiembre. Allí los problemas son otros, como es obvio, y hacen referencia a asuntos mas vitales, empezando por el de la propia supervivencia de una población diezmada que subsiste en unas condiciones de vida que de acuerdo con las imágenes que venimos recibiendo diariamente en tiempo real desde hace casi dos años (dentro de poco mas de un mes se cumplirá este periodo temporal) resultan difíciles de asimilar. Pero ni la distancia geográfica ni la disparidad de las situaciones entre Palestina y la Europa en la que habitamos puede inducirnos a pensar que lo que allí está ocurriendo es un problema que no nos atañe; en primer lugar, como seres humanos porque lo que está ocurriendo en Palestina nos afecta, ante todo, como humanos; pero asimismo y de forma específica como europeos (éste es el objeto de estas líneas), independientemente del país de Europa al que pertenezcamos, porque las relaciones entre la población palestina y la europea han sido una constante histórica y, en el momento actual, si alguien está manteniendo una posición de pasividad y de inhibición ante la trágica situación en Palestina es Europa.
Lo que está ocurriendo en Palestina en estos momentos representa la escenificación mas lacerante desde el final de la Segunda Guerra Mundial (1945, hace ya ochenta años) en relación con la vulneración masiva de los derechos fundamentales de la persona de todo un colectivo humano, el pueblo palestino, la destrucción de todos sus recursos vitales para poder subsistir y la violación sistemática y continuada de las normas básicas del derecho internacional y de las Resoluciones de la ONU. En este caso, además, no es necesario extenderse en una pormenorizada relación de datos que han de ser desvelados para que la gente pueda tener conocimiento de ellos ya que estamos teniendo sobrada información, en tiempo real, día a día, de las atrocidades (en esta ocasión la palabra no es ningún exceso terminológico) que está sufriendo la población palestina y son sobradamente conocidos por todos. Baste reseñar las cifras ya conocidas de mas de 62.000 víctimas mortales (por ahora), el número indeterminado de desaparecidos, de desplazados que se han visto obligados a abandonar su tierra y la destrucción material del hábitat de la población palestina, desde las viviendas a los centros educativos y hospitales.
A diferencia de otras situaciones, en las que los procesos de genocidio a pesar de su gravedad tenían en Europa una repercusión política y mediatiza mas limitada como consecuencia de los escenarios geográficos en los que tenían lugar –Hutus y Tutsis en Ruanda en los años noventa, Ibos y Yorubas en Nigeria años setenta, la confusa situación en el Sahel mas recientemente...–, en el caso de Palestina no se puede decir que nos falte información de lo que allí está ocurriendo. Por el contrario, en este caso disponemos de información que, aunque fragmentaria debido a los impedimentos que impone el mando israelita, es mas que suficiente para conocer la magnitud de la destrucción material y de la tragedia humana que está sufriendo el pueblo palestino. Lo que agrava mas aun el problema ya que no cabe escudarse en el desconocimiento de los hechos para justificar así la inhibición y la pasividad ante una situación como la que se está dando en Palestina; y quienes menos podemos adoptar esa actitud inhibitoria somos los europeos, que desde la época del Imperio romano y posteriormente las Cruzadas hasta la actualidad no hemos dejado de tener a través de la historia una relación con Palestina que no es posible ocultar ni ignorar.
Interesa dejar claro como premisa inicial que las relaciones históricas con Palestina, así como con los judíos, son un elemento integrante de la propia entidad europea y que, por tanto, nada de lo que en este ámbito ocurra nos es ajeno; y, asimismo, que en el momento actual disponemos de información mas que suficiente sobre lo que allí está sucediendo. Bajo estas premisas, resulta muy difícil de entender y, en cualquier caso, imposible de justificar, la actitud inhibitoria que Europa está manteniendo en relación con la situación, sin duda la mas grave en las ultimas décadas, que está teniendo lugar en Palestina como consecuencia de la operación que en este territorio está llevando a cabo Israel. No cabe ignorar las dificultades objetivas que tiene una intervención, cualquiera que sea la forma, que resulte realmente efectiva en un marco tan complejo como el que en estos momentos tensiona hasta límites extremos las relaciones judío-palestinas. Pero resulta incomprensible que ante una situación como la actual, que nadie puede decir que desconoce y menos que nadie nosotros los europeos, que Europa adopte la postura inhibitoria que está manteniendo ante el genocidio palestino.
Es preciso recordar que la UE tiene suscrito con Israel un Acuerdo de Asociación preferencial que regula las relaciones entre ambos, básicamente en el terreno comercial aunque también en otros ámbitos, en el que expresamente se afirma que “las relaciones entre las partes se basarán en el respeto a los derechos humanos… que constituyen el elemento esencial de este Acuerdo” (art.2). No hay que hacer ninguna interpretación forzada de esta cláusula para llegar a la conclusión de que las acciones que Israel está llevando a cabo en Gaza (y también en Cisjordania, donde no se puede utilizar la coartada de Hamás) está vulnerando de forma sistemática y reiterada este “elemento esencial del Acuerdo” según sus propios términos y que, por tanto, el Acuerdo ha sido roto unilateralmente por el Gobierno de Israel. Ante esta situación, la única respuesta posible es determinar la forma y los términos en los que se suspende, por el momento, el Acuerdo vulnerado unilateralmente por Israel; pero en ningún caso puede ser admisible la inhibición que están exhibiendo las principales autoridades de la UE, empezando por la Presidenta de la Comisión, U. von der Leyen y la Alta Representante para la política exterior y de seguridad, Kaja Kallas.
Hay que tener presente que la UE es el mayor socio comercial de Israel y asimismo el primer inversor del mundo en este país, duplicando casi el volumen de la inversión de los EE.UU. según los datos que estos días se han conocido, lo que coloca a la UE en una posición que es determinante... siempre que haya un mínimo de voluntad política para ser parte activa en el tratamiento y la resolución del problema; lo que no ha sido el caso hasta ahora y no es nada probable que vaya a serlo próximamente a juzgar por la actitud que están manteniendo quienes tienen el poder de decisión al respecto. Por otra parte, y de acuerdo con los datos publicitados por el propio Gobierno israelí, no cabe ignorar que la colaboración y el comercio en materia armamentística no solo se ha mantenido en este ultimo periodo, en el que los datos sobre la operación genocida son sobradamente conocidos, sino que incluso se ha incrementado: el ultimo año, 2024, Israel ha alcanzado el récord histórico en la exportación de material armamentístico (cifrado en 14.700 Mlls. $) de los que Europa es la receptora del 54% (frente al 35% en 2023), lo que permite al Ministro de Defensa israelí, I. Katz, exhibir este logro y sostener que Israel es un socio con el que no hay obstáculos para hacer negocios, incluidos los de armamento.
No es posible esperar, a la vista de la actitud mantenida por los EE.UU. de Trump y por el Gobierno israelí de Netanyahu (en el momento en que se escriben estas líneas se anuncia la operación de la toma de la ciudad de Gaza), que son los dos actores protagonistas en el escenario palestino (Europa ni siquiera aparece en escena), ningún cambio que suponga el abandono de la deriva genocida de la que está siendo víctima el pueblo palestino. Pero sí es posible, y necesario aunque solo sea por dignidad, adoptar algunas medidas por parte de la UE; entre otras la suspensión del Acuerdo preferencial comercial con Israel (no la revisión que daría lugar a un proceso de duración indefinida), la congelación de activos en entidades europeas (lo que ya se ha hecho en otras ocasiones, ahora con Rusia), la investigación judicial de los crímenes cometidos por las autoridades israelíes (que son muy graves y suficientemente conocidos) con el consiguiente procesamiento de los responsables; y sancionar el incumplimiento de las Resoluciones de la ONU, que Israel viene realizando impunemente de forma continuada, lo que no parece que puedan considerarse requerimientos excesivos. En cualquier caso, lo que resulta injustificable es mantener la posición pasiva e inhibitoria que viene manteniendo la UE ante una situación como la que se está dando en Palestina.