A pesar de la escasa proyección mediática que, salvo honrosas excepciones, ha tenido el desarrollo de la IV Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo (Ff4D) de Naciones Unidas, recientemente celebrada en Sevilla (30 junio-1 julio), no cabe desconocer que tanto la por amplitud de la representación internacional que se ha dado cita en la capital andaluza (abarcando a la casi totalidad de los países integrantes de la ONU) como por la importancia de los temas abordados -la cooperación para la financiación del desarrollo a escala global- se trata de un evento al que convendría prestarle algo mas de atención de la que ha sido objeto estos días. No menos, en cualquier caso, que la que se viene dedicando a temas que por mucho gancho mediático que tengan, como sin duda alguna lo tienen los hechos que han venido sucediéndose estos días, no deben eclipsar la relevancia y la trascendencia de los asuntos que han sido objeto de tratamiento en la Conferencia de la ONU en Sevilla.
Como el mismo título de evento indica, se trata de la cuarta Conferencia de la ONU sobre el tema, precedida hace ya una década por la de Adis Abeba (Etiopía, 2015) y anteriormente por las de Doha (Qatar, 2008) y Monterrey (México, 2002). En casi un cuarto de siglo, tan solo en cuatro ocasiones (una cada más de cinco años de media) han tenido lugar Convenciones de estas características, lo que las dota de una especial significación. Es preciso reseñar, asimismo, que esta es la primera que se celebra en un país de lo que, en el argot clasificatorio de los espacios geopolíticos, se encuadra en el ‘primer mundo’, lo que también tiene su significación si se tiene en cuenta que, de acuerdo con las propias palabras del Secretario General de ONU, Antonio Guterres, no ha sido nada fácil encontrar un país de esta ubicación geográfica que se prestase a acoger la cita. Por otra parte, no cabe ignorar el clima poco favorable a la cooperación multilateral que marca las relaciones internacionales actualmente, en especial desde el acceso a la presidencia norteamericana de D. Trump.
En este marco adverso, el solo hecho de la celebración de una cumbre de la amplitud de la reunida en Sevilla para tratar sobre la cooperación multilateral en materia de financiación del desarrollo a escala global, que sin duda constituye una de las cuestiones claves a afrontar colectivamente en el momento actual, debe tener una acogida favorable. Aunque también hay que decir que no basta con reunirse para publicitar buenos propósitos sino que es preciso llegar a compromisos operativos que hagan efectivos los acuerdos adoptados, lo que siempre suele ser uno de los principales problemas que se plantean en este tipo de citas. No es ninguna excepción la actual cumbre de Sevilla, en la que las propuestas planteadas en la cumbre, de gran interés muchas de ellas como se recoge en la Declaración final -Compromiso de Sevilla- corren el riesgo de quedar reducidas en la práctica a meras proposiciones declarativas sin materialización efectiva, como ya ha ocurrido en otras ocasiones.
En este sentido hay que constatar, antes de seguir, el escaso interés, cuando no el desdén o incluso la abierta oposición como es el caso de los EE.UU., mostrado por quienes tienen la llave de la financiación de los programas de desarrollo y, por tanto, la capacidad efectiva para llevar a cabo, y asimismo para impedir que se puedan llevar a cabo realmente, los acuerdos adoptados en la cumbre. No solo la presencia en la cumbre de los países con más recursos económicos y con mayor influencia política ha sido más testimonial que otra cosa sino que, de acuerdo con los datos proporcionados con motivo de la cumbre, su contribución a la financiación del desarrollo se ha visto reducida últimamente; lo que contrasta con el fuerte aumento destinado al gasto militar aprobado recientemente en otra cumbre, esta de la OTAN sobre el rearme europeo. Baste reseñar, aunque solo sea como referencia comparativa sumamente ilustrativa, que mientras en esta última se aprobaba un incremento del 5% del PIB del gasto militar, en la Conferencia de la ONU de Sevilla se constataba el incumplimiento generalizado (con la única excepción de los tres países nórdicos) del compromiso, adoptado en el marco de la ONU en la década de los 70 y posteriormente ratificado en la de los 90, de destinar el 0’7% del gasto presupuestario a la cooperación con el desarrollo.
No menos ilustrativos son los datos proporcionados en el curso de la Conferencia de la ONU sobre el descenso de las aportaciones destinadas a la cooperación al desarrollo; en este sentido, y de acuerdo con los datos más recientes que ofrece la OCDE (que no es precisamente una organización de la izquierda revolucionaria) la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) ha caído un 9’6% en 2024 y se estima que en el año en curso (2025) va a caer aún más, siendo la causa principal de este descenso la reducción de las contribuciones a las organizaciones multilaterales de cooperación (-10’9%) y los fondos destinados a Ucrania a causa de la invasión rusa (-16’7%). Siguiendo con los datos que proporciona la OCDE, la media de las aportaciones de sus Estados miembros se estima en un 0’33% del PIB. Por lo que se refiere al Estado español en particular, su aportación se cifra en 0’25% (si bien hay que puntualizar en este caso que hay un compromiso expreso por parte del jefe del ejecutivo en la propia Conferencia de Sevilla de alcanzar el 0’7% en 2030).
Una referencia especial, en este marco general de reducción de las ayudas al desarrollo, merece la cuestión de la deuda, que afecta de forma decisiva a la financiación y ha sido uno de los temas principales que ha sobrevolado en la Conferencia de la ONU. De acuerdo con los datos manejados en ella, conviene tener presente que la mayoría de los países, especialmente los más pobres, receptores de las ayudas gastan más en el pago de los intereses de la deuda (solo los intereses, sin contar el principal de la deuda) que lo que reciben en concepto de ayuda al desarrollo; pagos de los intereses por la deuda contraída con las entidades, residenciadas siempre en el ‘primer mundo’, detentadoras de los capitales. Se trata de una realidad que no por estructural puede resultar aceptable y que exige, en consonancia con las palabras del propio Secretario General de la ONU en la apertura de la Conferencia en Sevilla, “cambiar el rumbo” seguido hasta ahora.
Capítulo aparte merece la posición mantenida por los EE.UU., que no solamente no ha participado en la Conferencia, expresando en ella su posición, sino que ha cortado las aportaciones económicas que venía realizando sin que se sepa en este momento cuál va a ser su actitud en el futuro ya que el actual Presidente, D. Trump, parece decidido a desmantelar la Agencia que desempeñaba esta función -USAID- a la que considera un ente “dirigido por lunáticos radicales”(sic). Tras la dimisión de su director, Matt Hopson, y su asunción temporal por el Secretario de Estado, Marco Rubio, está por ver cuál va a ser el futuro de este organismo, que administra un presupuesto superior a los 40.000 millones $ en 2023. Pero no se trata solo de EE.UU y su excéntrico Presidente; hay que tener presente que Reino Unido y su premier, Keir Starmer, ha anunciado que para aumentar el presupuesto de defensa al 2’5% (no al 5%) prevé recortar el gasto en cooperación internacional del 0’5% al 0’3%; y que tanto Alemania como Francia, piezas claves del eje de la UE, han anunciado también recortes de la cooperación al tiempo que sensibles aumentos en el gasto de defensa.
Finalizada la Conferencia, y para que el balance de esta no se limite a registrar una gran “victoria de las palabras” (según los expresivos términos utilizados en la propia Conferencia), es necesario determinar las medidas a adoptar a partir de ahora para hacer efectivas y operativas realmente las propuestas, muchas de ellas de gran interés, contenidas en la Declaración final acorada por los participantes: el Compromiso de Sevilla (el texto integro puede consultarse en: news.un.org/es/story/2025/07/1540076). Interesa reseñar que en esta ocasión el texto declarativo va acompañado de la previsión de una Plataforma de Acción en la que tienen presencia las entidades participantes que puede, y debe, ser utilizada para activar las actuaciones mediante las que se lleven a cabo las propuestas acordadas en el Compromiso.
En cualquier caso, y sin minusvalorar la contribución que puedan aportar estos foros, no cabe soslayar que lo que resulta determinante es la actitud de los principales actores en esta representación, que no son otros que quienes tienen la llave de la caja de los fondos para la financiación de la ayuda al desarrollo, que coincide que son los mismos que a la vez son los acreedores de la deuda que asfixia a los países endeudados; y que no se puede decir que hayan tenido en la Conferencia de la ONU que origina estas líneas una actitud muy favorable para facilitar la financiación de las ayudas al desarrollo de los países que más lo necesitan.