“L’Afrique noire est mal partie”. Una reflexión personal
No sabría decir cuando surgió mi interés por África, aunque yo acuso a Don Manuel de Iradier y su impacto en mi subconsciente durante mi infancia. En cualquier caso, hace ya décadas que he estado interesado en los asuntos de salud, políticos y sociales del continente africano. La primera vez que pisé tierras africanas fue en 1985 en Sudán, eran los tiempos de We are the world, y la última en 2024 en Angola.
Estas últimas semanas han vuelto a ser noticia en los principales medios de comunicación, las violencias en la guerra del Congo, por parte del M23 y otra centena de grupos armados en la región, la formación de un nuevo gobierno alternativo en Sudán que da la impresión de que el país volverá a dividirse, los conflictos postelectorales en Mozambique con más de una centena de muertos, el derrumbe de minas de oro en Mali con un importante número de fallecidos y la epidemia de cólera en Angola o la Mpox , el virus de Marburg e incluso alguna epidemia de origen desconocido en Congo que causó 140 muertos, por citar solo algunos ejemplos. En términos generales, las noticias de África están mayormente asociadas a catástrofes y muerte. Es la imagen que tenemos y perdura desde la guerra de Biafra en los años 70 del siglo pasado.
Sin embargo, los países africanos también han conseguido muchos logros en las últimas décadas, tienen un crecimiento económico alto, han aumentado su esperanza media de vida hasta los 67 años, reducido la mortalidad infantil en un 50% y dado un alto a la expansión de la epidemia del VIH. Por otra parte, hay también desarrollos tecnológicos, nuevas industrias en países como Kenia, Gana, África del Sur nuevas vías de comunicación, aumento del uso de energías renovables, y una gran mejora de la producción agrícola, han desarrollado una industria cinematográfica de alto nivel y, por supuesto, su música se oye por todo el mundo y han tenido varios premios Nobel de literatura. Hay por lo tanto también grandes avances, aunque estos sean menos visibles.
Aunque fue Liberia el primer país africano libre, impulsado por el gobierno de los EE.UU. para devolver a los esclavos a sus tierras en 1874, era una política bienintencionada no exenta de racismo e intereses económicos, no fue sino hasta los años 1950 y 1960 que los primeros países africanos se independizaron del poder colonial. El último en formarse fue Sudán del Sur en 2011. El choque cultural de la colonización con los pobladores africanos está muy bien reflejada por Chinua Achebe en su corta novela Things Fall Apart (Todo se desmorona), que representa el choque entre la tradición y la modernidad.
Los años de la independencia en los países africanos fueron una época de muchos conflictos, golpes de estado y guerras civiles. Por otra parte también fueron instrumentalizados y un frente indirecto entre los EE.UU. y la URSS durante la guerra fría.
Hay un consenso general entre los historiadores sobre que la descolonización fue caótica, mal preparada, se crearon países artificiales, y dejó a los países empobrecidos con unas estructuras económicas que los hacían dependientes de los antiguos poderes coloniales. Lo que mas tarde se denominarían neocolonialismo.
Uno de los libros claves en la historia del postcolonialismo en África que recuerdo haber leído, es el libro del René Dumont, (un economista francés) publicado en 1962 titulado L’Afrique noire est mal partie por la editorial Harmattan, posiblemente la mejor editorial en francés sobre temas africanos, que incluye su historia general de África desde el punto de vista de los africanos.
Aunque la pos colonización dejó algunas infraestructuras y un sistema administrativo, dejó muy poco capital humano. Sirva como ejemplo que en la RDC solo había un médico congolés en todo el país, cuando el se había independizado en 1960. La base económica de estos países recientemente independientes era endeble y basada en la agricultura de subsistencia.
En muchos países africanos, las élites culpan a las antiguas colonias de todos los males del país, y en círculos de la izquierda occidental también apuntan en esa línea. Según Dumont, la corrupción, el nepotismo, la prioridad a los cultivos de exportación, y la falta de planificación obstaculizaban el desarrollo.
Es cierto que no hay corruptos sin corruptores y las empresas occidentales han contribuido sin duda a esa cultura de la corrupción. Pero también es cierto que en muchas de las culturas africanas, cuando alguien llega al poder y se ve favorecido por su inteligencia o suerte, con un mayor poder económico, existe una presión social y familiar para que distribuyan su riqueza entre sus familiares y grupos más cercanos.
Los países europeos tardaron más de dos siglos de evolucionar de los poderes autoritarios monárquicos a sistemas democráticos, aun sean estos imperfectos, y hemos pasado por dos grandes guerras. Los países postcoloniales en África, son independientes desde hace solo unas seis décadas y están todavía en esa transición de pasar de unas estructuras autoritarias y tribales a sistemas de gobiernos más democráticos. Tardarán todavía mucho tiempo en completar la transición. Paul Biya es el segundo presidente que ha conocido Camerún y lleva en el poder desde 1982, el presidente Ugandés Musovini le sigue con 39 años en el poder y Paul Kagame lleva ya 25 años. No son precisamente los mejores ejemplos. Pero en muchos otros países los cambios de gobierno son más regulares.
Según las estadísticas oficiales en los últimos años Ruanda ha multiplicado sus exportaciones de minerales y ahora constituye una importante contribución a las arcas públicas. Por dar solo un ejemplo, en EE.UU. en 2018, el 39% de las importaciones de tántalo procedían de Ruanda. En un informe reciente (2022) de la organización Global Witness describe con nombres y apellidos las personas y compañías en diferentes países que participan en este lavado de materias primas y acusa a la International Tin Supply Chain Initiative (ITSCI) de ser uno de los mecanismos de lavado.
En febrero de 2024 La Unión Europea (UE) y Ruanda firmaron un memorando de entendimiento para cooperar en el desarrollo de las cadenas de valor de materias primas en el país africano, incluyendo financiación para infraestructura, innovación e investigación o formación. Hablando en claro, favorecer la extracción de los tres minerales clave en el desarrollo de las nuevas tecnologías y armas que son los tres T: tin, tungsten and tantalum (estaño, tungsteno y tántalo que es un derivado del cobalto). Una iniciativa reciente en el parlamento europeo, trata de cancelar estos acuerdos.
El corazón de África se ha convertido en un nuevo Far West que, como decía Mark Twain, “una mina es un agujero en el suelo con un mentiroso encima en las afueras”.
Dumont decía también que los países africanos tenían una posición subordinada en la economía mundial con gran dependencia en la exportación de materias primas. A pesar de los logros y progresos en África, más de sesenta años después seguimos en la misma situación, con diamantes, móviles ensangrentados y las tierras que han denominado raras. l