ACE unas semanas en este medio describíamos la sociedad en turbulencia en la que vivimos y las causas del estado de incertidumbre social que nos rodea. Esta sensación hace que cada vez más personas contemplen el futuro con desilusión y con una actitud de queja generalizada con pocas perspectivas positivas. Por ello, las posiciones extremistas se decantan en la política, generando populismo y polarización, mientras los movimientos reformistas convencionales apenas conducen a cambios importantes con resultados convincentes.

La diferencia entre lo que tenemos que hacer y lo que estamos haciendo es enorme, y no vemos cómo podemos acercarnos con prontitud a esos objetivos o retos, parcialmente definidos y casi siempre postergados. Pongamos un ejemplo en relación con el cambio climático: Para no superar 1,5 grados de calentamiento global, es necesario reducir para 2030 —según el acuerdo de París— un 47% las emisiones de CO2, lo que supone descender el consumo de petróleo en un 60%, el gas en un 70% y el carbón en su totalidad. ¿Cómo es posible que esto ocurra a nivel global si no hay un cambio radical en los medios de transporte individuales y en concreto en el sector automovilístico en todo el mundo? ¿Cómo es posible acercarse a este objetivo cuando estamos celebrando el aumento de la movilidad en la pasada semana vacacional? Aquí no se puede negociar, la naturaleza no espera.

Tenemos que admitir que necesitamos cambios radicales en muchas de las formas en las que hemos organizado nuestra vida, y eso va a requerir una gran cirugía económica y social. Solo si vemos un horizonte positivo a largo plazo, que nos señale claramente lo que debemos cambiar, podremos dar los primeros pasos con optimismo en este cambio imprescindible. La otra opción es seguir igual y ver lo que nos pasa, mientras anunciamos pequeños cambios y sufrimos nuevas distopías. Desafortunadamente los sistemas de gobierno, y los intereses económicos y políticos vigentes, hacen que las reformas profundas sean inviables y que las que son viables resulten demasiado superficiales para lo que necesitamos en plazo y contenido.

Pero volvamos a la utopía, de mirar más lejos, que siempre nos ayuda a reconsiderar lo que hacemos. Pensemos en una sociedad donde un nuevo equilibrio entre la economía, la autonomía y la convivencia articulara las relaciones y los intercambios sociales y económicos entre miembros individuales, comunidades y estados. Podríamos imaginar una sociedad donde las constituciones, leyes y reglas económicas se construyeran sobre nuevos cimientos haciendo la necesaria cirugía económica y social respecto a la realidad actual. Lamentablemente, hoy no hay organizaciones especializadas y con poder de acción político en el enfoque de los proyectos de medio, largo y muy largo plazo. A continuación como ejemplo se enumeran doce transformaciones básicas (*) que no obedecen a ideologías de antaño, y que suponen reorientaciones profundas de los futuros modos de entender la vida y la economía.

1. Universidades y centros de formación gratuitos en todo el mundo, porque el conocimiento es un bien social. La sociedad global invierte en remunerar a investigadores y en los medios técnicos. Los usos bélicos y especulativos de la ciencia y la tecnología están prohibidos, y penados por leyes universales.

2. Las patentes son abiertas, no solo las farmacéuticas. El conocimiento y la tecnología se distribuyen para que los avances en soluciones en todos los ámbitos técnicos y sociales tengan una difusión ilimitada.

3. Jornadas de 25 horas semanales máximo, 3x8h, o 5x5h. La jornada de trabajo de 40 horas semanales apenas ha descendido desde 1985. El avance tecnológico debe ir asociado a la disminución del tiempo laboral, potenciando la productividad y la dedicación del tiempo restante a la formación propia y al cuidado de personas allegadas o ajenas. Cambiar tiempo laboral improductivo por tiempo social positivo, es el objetivo para fomentar la calidad de vida y bajar los impuestos y el gasto social.

4. Mili social (jóvenes y también para adultos). La atención a los cuidados (a los niños, mayores y necesitados de apoyo personal o comunitario), la educación y la protección del entorno natural, forman parte de las obligaciones sociales y planetarias de todas las personas, que han de aportar -a lo largo de su vida- tiempo y conocimiento en estos fines.

5. El 85% de empresas son cooperativas, incluso en el sector público, porque la vinculación profesional no puede ser ajena al sentido y propósito de la empresa para la que se trabaja. La especulación financiera y las Bolsas se extinguen. Las sociedades anónimas son formulas pasadas y los modelos de relación laboral son de implicación reciproca, en términos de un compromiso con la empresa por parte del trabajador, y un compromiso de la empresa en el desarrollo personal, profesional, familiar y comunitario del trabajador.

6. Reducir movilidad al 25% de la actual, porque no hace falta viajar para trabajar y el turismo de distancia se considera como un sector de alto consumo energético y poco desarrollo local. La diversidad cultural local se fomenta, los idiomas genuinos se protegen y prosperan, y se considera que la homogeneización cultural planetaria es una pérdida de riqueza de la biodiversidad humana.

7. El reciclaje profesional se produce cada 12 años, ya que las ciencias y sus repercusiones tecnológicas alteran las capacidades necesarias en el trabajo y en la vida cotidiana. Todas las instituciones tienen una responsabilidad, evaluada periódicamente por instituciones sociales, en el desarrollo de la motivación laboral, al conocimiento y la educación de sus miembros.

8. El 50% de la población cualificada trabaja para la resolución de conflictos o en la educación social, la salud y el cuidado, porque se entiende que estas actividades -profesionalmente bien consideradas- son la base de la vinculación social y de la calidad de vida. Las escalas salariales entre los niveles máximos y mínimos están limitadas en todas las profesiones.

9. Reducir el consumo un 50%, la publicidad un 70% y los residuos un 90%. (Estrategia R579). El tiempo y el espacio son los determinantes de la calidad de vida. Superado el consumo como satisfactor social y como impulsor del desarrollo, la presión sobre el comprador se debilita. Se valora el uso sostenido de los bienes, el trueque y la reparación de objetos, como sectores relevantes de la actividad laboral, tanto sobre los bienes muebles como inmuebles.

10. El 80% de la alimentación procede del producto local, en sintonía con la reducción de la movilidad y el éxito de la economía del autoabastecimiento. Los productos del exterior solo se trasladan si son esenciales en la salud de la población, y no hay sustitutos locales.

11. Los profesionales expertos -en activo-ocupan las tutorías y la docencia de jóvenes, lo que constituye el oficio del legado actitudinal y profesional a partir de 50-55 años. Esta transferencia cultural genera una estabilidad intergeneracional, que es un mecanismo imprescindible para potenciar una diversidad cultural humana, y un relevo generacional sostenido como fuente de riqueza.

12. Una nueva ley de cooperación para la fiscalidad social. La recaudación de bienes para la redistribución tiene también en cuenta las aportaciones de los ciudadanos en términos de valor social, como la educación, el voluntariado organizado, la prevención como oficio, el cuidado a personas o la implicación formal en las emergencias. Que pague menos en su liquidación el que más aporta a la sociedad, porque ya contribuye.

Sin duda estarán pensando que esto es muy difícil partiendo de donde estamos, y sin duda lo es, pero no hacer nada es peor. Tal vez hoy estamos frente a retos casi inalcanzables e inimaginables hace 50 años, si bien hoy disponemos de tecnología y conocimiento más que suficiente para hacerlos posibles. Si no los imaginamos y no los compartimos con sinceridad, voluntad y valentía, nunca podremos hacerlos posible para los que vienen, ni siquiera dirán que lo intentamos.

(*) Referencias del nuevo libro "Se ve venir..."

* Doctor ingeniero industrial y cofundador de APTES