S difícil no encontrar en cualquier conversación informal, esos encuentros en pequeños grupos condicionados por el coronavirus, personas que nos hablen de sus ganancias con la inversión en criptomonedas o comprando acciones de empresas tecnológicas que cotizan en el Nasdaq. Cuando visualizamos cualquier contenido en redes sociales recibimos decenas de anuncios de personajes que nos alientan a depositar nuestro dinero en determinados activos. Son muchos los gurús que nos ofrecen formación on line en técnicas de trading o nos muestran el dúplex en el que viven después de haber conseguido múltiples beneficios arriesgando muy poco dinero. Lenguaje fresco y directo, escenarios de ensueño, facilidades para operar y apelaciones a nuestros instintos más básicos, la codicia o la envidia, aderezan esta nueva "fiebre del oro virtual".

Es difícil explicar qué puede llevar a miles de personas a depositar sus ahorros en un listado de monedas -Bitcoin, Ethereum, Litecoin€- con las que no pueden realizar ningún tipo de pago en su vida cotidiana. Una serie de divisas que no llevan a cumplir su principal y único cometido en el mundo: servir para liquidar las operaciones de compraventa que realizamos habitualmente.

Desde que fenicios y griegos comenzaran la acuñación de metales hacia el s.VII antes de Cristo el dinero siempre ha servido para intermediar un sinfín de operaciones comerciales y financieras, siempre con la garantía de algún material valioso, oro o plata, o el respaldo de un estado. La modernidad ha pervertido tanto nuestra mente -en este y otros aspectos- que hemos llegado a aceptar como monedas una serie de anotaciones virtuales que ni siquiera cumplen el esencial cometido para el que son creadas; servir para la cancelación de deudas.

Es evidente que millones de personas han caído en una suerte de "populismo financiero" que les ha hecho invertir su dinero en unas mercancías cuya única virtud es la posibilidad ser vendidas a un precio superior al de compra. Medios de pago sin ninguna utilidad más allá de la esperanza en que sus precios sigan subiendo en las pantallas de los ordenadores.

Lo mismo que los políticos populistas prometen a sus electores cambios en nuestras sociedades que no pueden llegar a realizar, los gurús económicos prometen beneficios que solo podrán mantenerse con el dinero que sigan aportando otros nuevos adeptos al casino virtual en que se están convirtiendo los mercados financieros internacionales. En el mundo contemporáneo da igual que las monedas no sirvan para pagar, que las aerolíneas no vuelen, que los hoteles estén vacios o que las energías renovables no sean rentables. El show financiero debe continuar€ hagan juego señores.