URANTE los últimos años, la polémica del velo islámico en las escuelas y otros espacios públicos ha tomado un giro inesperado dando origen a un constructo teórico pintorescamente contradictorio: el denominado "feminismo islámico". A saber, nada menos que el Profeta Mahoma como liberador de la mujer al haber propiciado una mejora de su situación social y un estatus de dignidad que no tenía en las primitivas sociedades nómadas y ganaderas de la Arabia medieval. En el Corán se sostienen preceptos paternalistas en la línea de que hay que tratar bien a las mujeres, que se debería procurar no tener más que una sola esposa o, en todo caso, el menor número posible de ellas. Esto pudo tener algún sentido en el siglo VII, pero pasa por alto que de entonces a la actualidad, y en el contexto de la religión islámica, la condición de la mujer no ha experimentado grandes avances. Pese a ello, el feminismo islámico arrasa entre las inmigrantes musulmanas de Occidente. Mujeres jóvenes, adolescentes e incluso europeas convertidas al Islam, abrazan el velo o el hiyab, no ya como prenda distintiva de su fe sino como símbolo de identidad colectiva y estandarte de rebeldía. Entusiasmados por la novedad, algunos partidos locales se lanzan a apoyar este feminismo islámico con la expectativa de abrir nuevos caladeros de votos entre la inmigración musulmana. Incluso llegan a incluir mujeres con velo en listas electorales y debates públicos.

Que todo esto es un error salta a la vista. Conviene explicar por qué. El feminismo islámico no es más que un burdo producto de ingeniería social diseñado y promocionado por los clérigos musulmanes. Su lógica no es de progreso sino de puro obstruccionismo. En el fondo, supone un intento desesperado de preservar las viejas estructuras del patriarcalismo musulmán en las que la mujer no tiene el lugar que le corresponde de acuerdo con nuestra legislación en materia de igualdad, sino el que le asignan el entorno familiar, la tradición y la jerarquía religiosa. En otras palabras, se trata de un banderín de enganche para canalizar el descontento de las mujeres hacia opciones gestionables que eviten el tener que hacer frente a una protesta feminista laica. Esto, de llegar a producirse, sí que supondría un serio problema para los esquemas de poder de la sociedad musulmana tradicional.

Resulta incuestionable que este movimiento a favor del velo reporta a las mujeres de los colectivos inmigrantes musulmanes algunas ventajas: mayor libertad de movimiento, facilidades para acceder al mercado laboral y hasta cierto grado de bienestar psíquico. Pero al mismo tiempo propicia una tendencia al enquistamiento de situaciones de inmovilismo, postergación social y obstáculos hacia una integración eficaz en las sociedades de acogida. Por no mencionar que el feminismo islámico es un movimiento militante y ferozmente hostil contra la cultura occidental. Hasta ahora la utilidad social no ha sido más que para los intereses de algunos partidos antisistema, o para la autosatisfacción desinformada o hipócrita de aquellos que se refugian tras la pantalla de un multiculturalismo banal, siempre ansiosos por compararse favorablemente con pueblos que parecen perpetuamente condenados a su irrelevancia folklórica, lo cual ayuda a mantener a flote unas falsas ilusiones de supremacía occidental. Al margen de ello, el balance del feminismo islámico resulta patético: confrontación con autoridades públicas y sociedades de acogida, mayor grado de frustración entre las mujeres musulmanas y alejamiento progresivo con respecto a las políticas de integración de la UE.

Llama la atención el hecho de que cuando estas mujeres del nuevo feminismo islámico made in Europa viajan a sus países de origen, provocan asombro entre sus paisanas de allá. Estas llevan años tratando de liberarse de la imposición del velo y otras peores que se les impone bajo el rigurosísimo entorno del patriarcalismo islámico y la Sharia. De pronto, se enteran de que en Europa vuelve a llevarse el velo como signo de distinción, identidad colectiva, rebeldía o vaya usted a saber qué. ¿El mundo al revés? ¿O es que al final los hipócritas se hacen con el poder en todas partes? Porque en esos países musulmanes de origen recién comenzaba a despuntar, entre todas las dificultades y riesgos personales que se presentan a su paso, un feminismo genuino tal y como lo conocemos en Occidente desde hace más de un siglo: basado en la igualdad de género, la conciliación, la educación y de signo aconfesional. La fanfarria mediática, el tactismo electoral de determinados partidos de izquierda y la falta de coherencia de este feminismo islámico exportado desde Europa arruinan las expectativas de progreso en los países de origen, donde el auténtico desafío no es llevar velo sino quitárselo. Y los gobiernos occidentales, como siempre, mirando a otra parte. Desde Occidente no se está haciendo prácticamente ningún esfuerzo por apoyar las causas que lo merecen. Por intereses económicos o diplomáticos, se mira a otra parte cada vez que encarcelan a una mujer por quitarse el velo en las calles de Teherán.

En una época de "infoxicación" masiva como la que vivimos es importante que la ciudadanía permanezca informada acerca de ciertos problemas de base. Este es uno de ellos. Gobiernos y autoridades públicas no hacen lo suficiente para resolverlo. Posiblemente -sobre todo si reside en Barcelona o alrededores- alguna vez se habrá sentido usted confuso, o confusa, ante la estampa de una de esas intrépidas luchadoras que le arenga envuelta en su velo o su hiyab de diseño, poniéndole por las nubes todo ese mensaje propagandístico del Profeta como valedor de la dignidad de la mujer islámica frente a la pretendida opresión y decadencia de Occidente. La próxima vez pregúntese si esa mujer haría lo mismo si estuviese en nuestras circunstancias personales y no en un entorno dominado por la religión, la ignorancia del pobre y una sofocante presión social ejercida desde el entorno familiar y las jerarquías del culto. Los procesos de radicalización comienzan con pequeños postureos de rechazo al entorno. A partir de estos indicios aparentemente inocuos ,puede llegarse a situaciones con potencial para abrir nuevos horizontes de caos y confrontación social.

* Intérprete jurado