AL igual que el informe sobre la No-Europa de finales de los años 80 o la evidencia de las pérdidas y los claros perjuicios que para nosotros representa negar a Euskadi instrumentos y naturaleza de Estado para poder afrontar con éxito los retos del mundo globalizado, diversos institutos y organismos llevan cierto tiempo evaluando el gran coste que puede suponer no abordar con determinación y a tiempo la tarea de transitar de un modelo económico mundial contaminante hacia una Economía Verde y Azul que preserve nuestro medio natural y contribuya así a un desarrollo económico, social y medioambiental sostenible, moderno, seguro, saludable y competitivo para el ser humano.

A nadie se le oculta que la tarea y el desafío es de enorme envergadura. La crisis climática se está convirtiendo (si no se ha convertido ya) en la primera preocupación ciudadana global. La ciudadanía cree que el cambio climático es un hecho y una realidad. La ciencia, por su parte, aporta evidencias claras: nuestro planeta está cambiando peligrosa y catastróficamente, con consecuencias negativas sobre el crecimiento económico, el empleo, la igualdad de oportunidades y los movimientos migratorios.

Sin embargo, de manera paralela, nos asaltan varias dudas: ¿existe respaldo teórico y empírico que nos permita afirmar la posibilidad de un mundo que combine el crecimiento económico y la creación de empleo con una reducción de emisiones de CO2? ¿Y que ese crecimiento sea equilibrado al objeto de erradicar la pobreza? ¿Se puede crecer creando empleo y, al mismo tiempo, "descarbonizar"? ¿Se puede alcanzar esa meta de manera equilibrada cuando los puntos de partida y las necesidades e intereses de los diferentes países del mundo son diferentes y, a veces, hasta contrapuestos? ¿Es posible organizar este desafío global en un momento geopolítico donde algunos niegan el orden internacional y la gobernanza global? ¿Es posible lograr el objetivo de la neutralidad del carbono orientando adecuadamente y de manera simultánea tantos ámbitos como la economía, la industria, la manera de producir y consumir, las grandes infraestructuras, el transporte, la alimentación, la agricultura, la construcción, la fiscalidad, la investigación y la innovación, las políticas monetarias y crediticias, las finanzas públicas y privadas y las prestaciones sociales?

Todo es analizable. Pero resulta claro que este desafío global está teniendo y va a tener unos costes enormes, crecientes y con efectos irreversibles para la economía, no únicamente por lo que dejamos de ganar, sino por las pérdidas futuras. Así lo señala un reciente informe del Institute for New Economic Thinking titulado Long-term macroeconomic effects of climate change: a cross-country analysis, en el que ha participado también el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El estudio sostiene que los cambios climáticos persistentes, con incrementos de temperatura, precipitaciones anómalas y fenómenos climáticos volátiles y extremados, están afectando a la posibilidad de la economía para crecer, dado que está provocando una menor inversión y una menor productividad, lo que a su vez, tiene notables efectos sobre el bienestar social y la salud de las personas.

Y lo explica con datos. Señala que, sobrepasando un aumento en 2OC en el calentamiento global para 2100, el crecimiento del PIB per cápita se verá afectado y disminuirá un 7,2 % en el mundo, cifra nada desdeñable pues equivale a la suma de los PIB de Australia, Bélgica, Canadá, Alemania y Sudáfrica. Si, por el contrario, cumplimos con los Acuerdos de París y conseguimos limitar el aumento de la temperatura a 0,01OC por año, la pérdida se elevaría a un 1,07% a finales de este siglo.

El estudio añade una advertencia clarificadora. No importa que hablemos de países pobres o ricos, con climas cálidos o fríos, porque el cambio climático tendrá efectos negativos a largo plazo para todas las economías sin excepción. Nos encontramos, por tanto, ante consecuencias negativas globales para todos. Pensar que las economías ricas y de clima templado están o estarán blindadas ante el calentamiento global es incierto y, consecuentemente, en ningún caso serían capaces de duplicar o triplicar su riqueza.

Aun y todo, existirían algunas diferencias. Así, en caso de superar los límites establecidos por París, Estados Unidos y Canadá verían reducido su PIB per cápita en un 10,52% y un 13% respectivamente, mientras que la pérdida para China ascendería al 4,35% y para India al 9,9%. De cumplirse los límites acordados en París, estas pérdidas serían del 1,88% para Estados Unidos, del 1,68% para Canadá, de un 0,45% para China y de un 2,57% para la India.

Otra circunstancia lógica: los efectos negativos sobre la economía mundial serán de mayor envergadura cuanto más se tarde en adoptar las medidas necesarias. Aunque, de todas formas, es necesario subrayar que si lográramos articular desde ahora las políticas que nos exige la grave situación, éstas no serían capaces de eliminar por completo la pérdida, sino simplemente amortiguarla.

La Comisión Europea, con vocación de actuar geopolíticamente como un actor global, acaba de presentar su Pacto Verde Europeo con el objetivo de transformar la UE en una sociedad equitativa y próspera, con una economía moderna, eficiente en el uso de los recursos y competitiva, para así proteger, mantener y mejorar el capital natural de la UE, así como la salud y el bienestar de los ciudadanos frente a los riesgos y efectos medioambientales. Se trata de un signo político muy notable. Realismo y voluntad política que deberá ser acompañada de la determinación política de los demás actores políticos y económicos europeos.

En Euskadi no comenzamos de cero. Hay ya un considerable trabajo desarrollado conjuntamente por las administraciones y por las empresas, que debe acentuarse a partir de ahora. Somos un país industrial, con un peso de este sector en nuestra economía que alcanza el 25% de nuestro PIB, pero de más del 50% si tenemos también en cuenta los servicios de alto valor añadido orientados a la industria, como con toda la razón le gusta subrayar a la consejera de Desarrollo Económico, Arantxa Tapia. Queremos seguir siendo un país eminentemente industrial porque es la base de nuestra riqueza y prosperidad económica y social. Nuestras empresas, al igual que los ciudadanos, deben seguir movilizándose con responsabilidad para profundizar en el objetivo de establecer en Euskadi una economía limpia y sostenible.

El proceso debe ser justo e integrador. Objetivo de país. La transformación, aquí como en todo el mundo, nos costará tiempo e inversiones y será necesario lograr preservar el crecimiento económico y los empleos, transformándolos. Sin perder de vista el objetivo y considerándolo como una oportunidad que debemos ganar. Movilizar a las administraciones, a las empresas, a la innovación y a la investigación, a la enseñanza y a la formación y a todos los ciudadanos para que desarrollen actuaciones responsables consigo y con las generaciones venideras. No será fácil, pero como decía Nelson Mandela: "Siempre parece imposible hasta que se hace".