eL abogado y empresario chileno Gonzalo Boye, exdirector de la revista Mongolia y quien lleva la defensa del president Puigdemont, pasó hace una semana por Bilbao promocionando su libro Ahí lo dejo. El meollo de lo escrito lo explicó en una sala llena, sobre todo de gentes de EH Bildu, en el edificio La Bolsa del Casco Viejo de Bilbao, algo curioso pues el pacto europeo de esta coalición es con ERC y no con el expresident. Destaco el hecho porque hacía tiempo que no escuchaba una defensa tan notable de lo que es la desconocida Europa como la que hizo este abogado vinculado a la izquierda. Hombre inteligentemente irónico y documentado, su experiencia y conocimiento de las leyes y vericuetos europeos han dado como fruto que toda la defensa del president haya salido bien por la sencilla razón -decía- de que en España no se tiene ni idea de lo que es Europa y de la cesión de soberanía que ha hecho el glorioso Estado de Casado, Rivera y Abascal a un ámbito lleno de deberes y directivas pero también de garantías democráticas.

Dudo que la izquierda abertzale, salvo en el caso concreto de un antiguo eurodiputado, haya sido consciente nunca de lo que es de verdad el proyecto europeo y de sus inmensas posibilidades, de las que en una hora dio buena información Boye. Todavía recuerdo los argumentos infantiles y sectarios de una IA que veía a Europa como un palo de gallinero en el que la gallina de arriba cagaba sobre la de abajo, como un supermercado donde los Rico McPato hacían sus negocios. O aquello de Albania como modelo o su deseo actual en querer convertir Euzkadi en la Dinamarca del Cantábrico. No sabemos si con sirenita incluida. Afortunadamente parece que rectifican aunque echando la culpa a los demás.

Boye era partidario de que todo el gobierno catalán hubiese estado en el exilio, de no admitir culpabilidad alguna al no haber habido violencia. Y desgrana las posibilidades que tiene Puigdemont de ser respetado como eurodiputado electo habida cuenta de que España es solo parte de una soberanía superior, la europea, que además no considera al president culpable de nada. Lástima que todas las televisiones públicas no tengan como obligación en sus informativos transmitir diariamente aunque sea una sola noticia vinculada a Europa como parte de esa necesaria y continua pedagogía que se necesita para valorar el proyecto y ayudar a introducir la papeleta en la urna el próximo día 26 con conocimiento de causa. Si esto fuera así, estoy seguro de que Izaskun Bilbao, con su brillante equipo (Goikolea y Muñoa), arrasaba. Su trabajo ha sido oceánico. Han tocado todos los palos, se han metido en todos los buenos charcos, han llevado a Euzkadi por todas partes y se han convertido en una referencia indiscutible de lo vasco, así como de una forma de hacer política y de tener opinión fundada sobre todo.

Izaskun, entre otras iniciativas recientes, se fue con el eurodiputado Miguel Urban el 15 de abril a París a reivindicar la devolución del edificio de la Avenue Marceau robado por el Estado español en 1940 y que ahora detenta el Instituto Cervantes. Estuvieron con la administradora, Soledad García, y el responsable de la gestión cultural, Eduardo Navarro. La devolución es una bandera que no hay que abandonar. Es un expolio que aún dura y es además una indecencia. Andoni Ortuzar estuvo en octubre de 2018 y en un viaje que Albistur, Beloki, Zuia, Erkoreka y yo hicimos a París cantamos en su puerta el Gora ta Gora más sentido, en onda con lo que hizo el lehendakari Aguirre cuando le obligaron a dejar la propiedad por presión del gobierno de Franco en 1951. Ningún abertzale que viaje a París tiene que dejar de pasar por este lugar. Junto a la Torre Eiffel, al Arco del Triunfo y Notre Dame, la foto es en la Av. Marceau.

En mayo de 1948, nació en La Haya el Movimiento Europeo, solo tres años después del fin de la II Guerra Mundial. Allí estuvo Churchill, pero también Indalecio Prieto y el lehendakari Aguirre. Este formaba parte de los Nuevos Equipos Internacionales (NEI), organización de la democracia cristiana cuyos líderes fueron los promotores, junto con el socialista Spaak, de lo que es hoy la Unión Europea. Eran años en los que comienzan a darse cuenta de que los aliados vencedores del nazifascismo poco les van a ayudar a derribar a Franco y que hay que optar por trabajar en la idea europea, ya esbozada en el Aberri Eguna de 1932, para lograr el encaje de lo vasco en semejante macroproyecto, tan atractivo y democrático, que Landaburu plasmó en su extraordinario libro La Causa del Pueblo Vasco en 1956.

Hace 70 años, el lehendakari hizo una jugada que le salió redonda. En enero de 1949 conocía por una información, procedente de Londres, que Salvador de Madariaga, el republicano liberal, escritor y exministro, estaba en contacto con los socialistas y posiblemente con los monárquicos para que, en representación de la opinión española exiliada, acudieran al Congreso de Europa que se iba a celebrar el 25 de febrero y fueran con él un representante socialista y uno monárquico. Le dijeron que Madariaga buscaba que el socialista fuera catalán y el monárquico, vasco. Madariaga era un español muy español, que hubiera descrito Rajoy.

El lehendakari se puso en contacto con Madariaga previamente a la reunión del Consejo ejecutivo y le consultó si se podría ampliar el número de representantes a fin de llevar una representación más completa. Y le invitó a celebrar una reunión en la Delegación Vasca de la Av. Marceau. Madariaga picó y Aguirre consultó la estrategia a seguir con el presidente de la República española en el exilio y con el socialista Trifón Gómez, tras lo cual convocó a los partidos republicanos y a los catalanes Irla, Tarradellas, Pi y Suñer y Nogués, recibiéndoles con solemnidad junto a José Mari Lasarte y Javier de Landaburu, diputados del PNV. Tuvieron la reunión y Lasarte quedó encargado de formular unas bases recogiendo los criterios generales. Hecho el trabajo al día siguiente, se volvieron a reunir. Para ello, previsamente y tras una buena comida en casa de las Anglade, habían convencido a Madariaga de que apoyara la creación de una sección española pero con republicanos, socialistas vascos y catalanes diciéndole que le propondrían presidente del Consejo Federal de Estado español del Movimiento Europeo, cosa que al republicano le pareció excelente. Dádivas conmueven piedras. Los socialistas no pudieron oponerse a Madariaga como presidente.

De esa forma nació este Consejo, que sobrevive, en la Delegación Vasca de París, gracias a la habilidad de Aguirre, Lasarte y Landaburu. Cuando se cumplieron 50 años, desde el Grupo Vasco en el Congreso presentamos una proposición no de ley para que se pusiera una placa en la Delegación Vasca conmemorando este hecho. Todos los grupos de la Cámara nos apoyaron. El Ministerio nos dijo al poco que ya estaba y que solo faltaba inaugurarla. Del Gobierno vasco fue el secretario de presidencia, Karmelo Sainz de la Maza; de DEIA, su consejero delegado, Rafael Suso; del PNV, Eduardo Vallejo, Peru Ajuria y el presidente de la Junta de París, Pedro Ereño. Invitamos a los catalanes, que acudieron con el presidente del Consejo Catalán y todo su equipo, el del Movimiento español, Carlos María Bru, y Fernando Álvarez de Miranda, así como los jefes de gabinete de Giscard d’Estaing y del presidente del Senado, estando también, como pulga en elefante, el embajador hispano.

Nuestra decepción fue que en la placa se decía que allí se había constituido el Consejo, omitiendo que era la sede de la Delegación Vasca. No habíamos negociado el texto por culpa de un pusilánime Josep Sans y nos metieron aquella morcilla. Tragamos saliva. Posteriormente y en acto parecido estuvo en 2014 en su 75 aniversario la presidenta del Parlamento Vasco y representantes del Movimiento Vasco.

¿Seguirá la placa de marras? Goikolea nos dijo que el edificio estaba en obras adaptando su estructura a las estrictas normativas de seguridad de París. Buen momento para quitar la placa. Pero si es así, la volveremos a poner. Hay muchísimas razones para que el 26 de mayo Izaskun Bilbao sea elegida europarlamentaria. incluida la de lograr incluir el contencioso de la Av. Marceau en la agenda europea, española y vasca. Cualquier europeísta debería votarla. Va a ser una auténtica embajadora.