SI algo hemos aprendido del estudio de la historia es que nada ocurre como estaba planeado y se esperaba. El trascendental apoyo de EAJ-PNV a la moción de censura a Mariano Rajoy, insostenible en el cargo tras la sentencia del caso Gürtel, fue y seguirá siendo objeto de discusión con la inquietante pregunta ¿abrió la puerta de la habitación oscura donde sesteaba el fascismo español? ¿Enseñó a la mosca la salida de la botella? Interesante debate para politólogos e historiadores. Lo único claro por el momento es que el resquemor del PP llevó a su sucursal vasca a oponerse a toda iniciativa del Gobierno vasco y en aberrante maridaje con Bildu y Podemos constituirse en desleal oposición, tumbando los presupuestos que nunca habrían enmendado y a partir de ahí a por todas.

Cierto es que, como presidente del PP y del gobierno de España, Rajoy funcionaba como el tapón de la botella dentro de la cual la mosca franquista revoleteaba sin apenas espacio y pegándose contra el cristal. Tapón, si; pero preservando el microclima que posibilitaba la pervivencia de la mosca: sus recursos contra la ley del Aborto, el Estatut de Catalunya, la Memoria Histórica... daban alas a quienes nunca aceptaron avances de modernidad en el ámbito de las libertades de las mujeres, en el reconocimiento de la represión franquista o de la España plurinacional. Mientras tanto, la izquierda española el independentismo catalán y gran parte del abertzalismo olvidaban que cada situación política es susceptible de regresión y que en época de crisis, como la que nos está tocando vivir, se buscan a los problemas soluciones simples y claras, en muchas ocasiones próximas a lo mítico. Echemos un vistazo a las listas electorales. En primer lugar, los líderes, en su mayoría personas simples, casi insustanciales, perfectos rastacueros sin otro modo de ganarse la vida que no sea la propia política o los beneficios que las puertas giratorias les otorgarán tras su cese. Tras ellos aparecen deportistas, víctimas de graves delitos con proyección mediática, militares, toreros, tertulianos... un catálogo de personajes cuyo mérito no es el talento sino la fama instantánea. Me parece una prueba irrefutable de la decadencia de la democracia española.

El problema de la democracia española no son los rescoldos reavivados del franquismo que, en todo caso, serían su manifestación más febril. El problema es que España carece de un mito de creación de la democracia. No se puede invocar la Constitución de Cádiz de 1812 como si fuera la Carta Magna inglesa o la Declaración de Independencia de Estados Unidos. No se puede equiparar la proclamación de la II República con la Revolución Francesa. Y no se puede porque la Constitución de Cádiz -primera declaración democrática española-, nunca fue aceptada por los ultras (entonces apareció esa palabra para señalar a los reaccionarios ultra católicos) y fue abolida en cuanto pudo por el propio rey Fernando VII, el mismo rey “felón” (término ahora recuperado por la derecha) que se mantuvo sumiso y genuflexo ante Napoleón durante la invasión francesa.

A falta de mito fundador democrático, se buscan otros revolviendo en el cajón de los recuerdos familiares: el final de la Reconquista y el Imperio donde no se ponía el sol. La indignada reacción de la casi totalidad del espectro político, incluido el gobierno del PSOE, ante la petición del presidente de México para que el rey de España pida perdón por el genocidio que supuso la colonización española en aquel país ha consistido en un arrebato de españolismo sin parangón desde el Desastre del 98 tras la pérdida de las últimas colonias. Pero, vamos a ver: ¿es tan difícil reconocer que colonialismo y esclavitud eran prácticamente lo mismo y que las consecuencias de un colonialismo tricentenario lleguen hasta el presente? Algunos imperios o países esclavistas (EE.UU., Inglaterra, Francia), precisamente los de mayor fuste democrático, así lo han reconocido en sus respectivos casos. Otros imperios, como Rusia o Turquía, jamás lo han hecho. El reino de España ha perdido la oportunidad de confrontarse con su propia historia. Y para tratar de hacer digerible esa tortilla de cemento que supone la colonización tiene que acudir a la mentira. La mentira no es una parte de la historia, es simplemente una mentira. Hablar de misión evangelizadora en el Nuevo Mundo es olvidar la expoliación y el aniquilamiento de la población indígena. Cuando los aztecas preguntaron a Hernán Cortés por qué los españoles tenían tal pasión por el oro, el conquistador contestó: “Tenemos yo y mis compañeros mal de corazón, enfermedad que sana con ello”. Y así comenzó (1519) el saqueo de las Indias.

“Trisagio” llaman los cristianos ortodoxos a la repetición por tres veces de la palabra santo. Trisagio es invocar España, España, España, como sinónimo de Corona, Constitución y Centralización. La unidad nacional como valor supremo, la recentralización como látigo para los desafectos, el autogobierno como un recreo que acaba con las palmadas del maestro (artículo 155) llamando a la vuelta al aula. La vida humana no se basa en razones objetivas sino en decisiones esencialmente subjetivas. Casado y Rivera, esos gemelos bivitelinos -a día de hoy a mi mujer le cuesta diferenciarlos cuando los ve en la tele- se comportan como tales y, al percibir su semejanza de talante y de intereses, se odian cordialmente. Ignoran el refrán ruso: si dos riñen, gana el tercero. El tercero, lo habrán adivinado, es Abascal, quien exige españolidad sin complejos ante la historia gloriosa española, “sin cobardías” ante los enemigos de la unidad nacional, sin autonomías disgregadoras y sin fisuras en el apoyo a la monarquía. Se ha erigido en el garante de la españolidad, que sumisamente aceptan los gemelos bivitelinos. Impone su agenda ideológica y actúa como enseña el Libro de los jueces, 12,5 (“¿Eres efrateo? ¡Pronuncia shibbóleth! Si pronunciaban sibbóleth, los degollaban a los vados del Jordán”): ¿Eres español? Pronuncia España, reivindica su pasada gloria sin mácula, incluido el franquismo, y su indisolubilidad; en caso contrario, a los vados del Manzanares.

La crisis política es también una crisis del uso público del lenguaje en la que la corrupción de este se expresa en la extensiíon de la mentira. Mienten para ocultar, pues la política mágica, la que falta a la verdad, necesita de oscuridad. Necesitan al miedo como aliado, el miedo en su sentido más profundo: el conocimiento colectivo de un peligro duradero y omnipresente en el que todos participamos más o menos conscientemente. El miedo a la vuelta al pasado, a la violencia política, al desorden, a los militares que salen de los cuarteles y entran en el Congreso aun vestidos de civiles. La política mágica necesita de oscuridad a la que la mayoría de los medios de comunicación se prestan poniendo el foco en la “rebelión” de Catalunya y callando como peces cuando de la corrupción del sistema político español se trata.

Porque esa es mi conclusión, España está corrompida y necesita derrotar a Catalunya para regenerarse. Y tanta imperiofilia, tanto pasado glorioso, tanta reafirmación nacional, tanto salir en procesión tras políticos atrabiliarios, es un síntoma de decadencia. En cierta ocasión, le preguntaron a Ludwig Wittgenstein, el más más impactante filósofo del siglo XX, cómo definiría la filosofía. “Sacar a la mosca de la botella” fue su respuesta. Sacar al franquismo de la botella donde permanecía encapsulado por Rajoy, poner frente a su propio espejo a la derecha española, detectar los peligros existenciales para la democracia, es una tarea urgente. La tarea no es decidirse de una vez para siempre, sino a cada momento, pero decidirse. Las próximas elecciones tienen la trascendencia de una de esas decisiones. Deberíamos reconocer con apoyo electoral a EAJ-PNV su colaboración en destaponar la botella que encerraba la mosca franquista.

*Abogado