LA villa de Bilbao, al final de la I Guerra Carlista, en 1839, era lo que actualmente denominamos el Casco Viejo, con una población muy congestionada en un reducido espacio condicionado por la topografía circundante y la ría. Su expansión lógica era al otro lado del cauce, que ofrecía una considerable extensión territorial en la anteiglesia de Abando en torno, inicialmente, a los bordes fluviales de Ripa y Albia. Aconsejaba la construcción de un nuevo puente aguas abajo del colgante de San Francisco, que era peatonal y a 650 metros del histórico puente de San Antón, que ya existía desde la fundación de la villa en 1300.

En el pleno municipal del 20 de mayo de 1844, se presentó un proyecto del prestigioso arquitecto bermeano Antonio de Goicoechea, coautor también del puente colgante, que, con ciertas modificaciones impuestas por el Ministerio de Gobernación, sería aprobado por real orden de 18 de abril de 1845 y poco después se inició su construcción con la colaboración del ingeniero de caminos Pedro Celestino Espinosa. Se inauguró tres años más tarde con el nombre de Isabel II, la reina regente, el mismo nombre y similar concepción que el construido en Sevilla, también conocido como puente de Triana (1844-1852), ya que ambos tenían como referencia el puente Carrousel de París (1831-34) del ingeniero Polonceau.

Construido sobre cuatro pilas de piedra en el cauce de la ría, que crearán cinco arcos de once metros de luz formados cada uno por seis cuchillos de hierro a excepción del central, que se elevaba en dos mitades accionadas por cadenas y unos contrapesos que se ocultaban en cuatro templetes de columnas corintias que le otorgaban una especial y bella configuración. Construido en hierro fabricado en la fundición Santa Ana de Bolueta, representa la protoindustria siderúrgica. Propiedad de accionistas, comerciantes e industriales, era de peaje ya que la otra margen era ferrona, con astilleros, y en ella se implantaba el ferrocarril por lo que parecía de más porvenir que la propia margen bilbaina, la derecha.

Este puente ha sido trascendental en el urbanismo de Bilbao, uniendo dos núcleos de población entonces distintos, desde el amplio espacio público de El Arenal en la margen derecha con los parajes apenas ocupados de la margen izquierda en Abando.

La llegada en 1857 del ferrocarril del Norte Bilbao-Tudela a Abando ocasionó un enorme aumento del tránsito rodado por la calle de la Estación (actualmente Navarra), con pesadas cargas de mercancías así como el originado por las obras de la estación, que se inauguraría en 1863, originando un gran deterioro que llevaría a suprimir la maniobrabilidad de alzado desmontando dichos tramos, haciéndose fijo y reforzando el resto en 1865 por lo que ya solo podían pasar gabarras a los muelles aguas arriba.

El cuadro de Juan de Barroeta y Anguisola, (Bilbao 1835-1906) Puente de Isabel II es su referencia más conocida. En él se aprecia su cualidad tecnológica y su calidad estética insertado en el romántico paisaje urbano y fluvial de El Arenal. De la estructura del puente inicial, según una acertada investigación del aparejador e investigador Joaquín Cárcamo, se reutilizaron los cuchillos de uno de sus arcos para la construcción en 1876 del puente en la desembocadura del río Udondo en Leioa, en la carretera de la ría, que todavía permanecen con plena efectividad sustentante, pero sin ninguna atención dada su importancia.

Primera sustitución Dañado por un bombardeo en el asedio de Bilbao durante la II Guerra Carlista el 2 de abril de 1874, pocos días después, la noche del 11 al 12, fue parcialmente destruido por una riada sin posibilidad de tránsito. En su mismo emplazamiento se construyó entre 1875 y 1878 otro más diáfano, en piedra y ladrillo, con dos pilas y tres arcos muy rebajados sobre el cauce y dos arcos secos sobre el muelle de El Arenal, proyectado por el ingeniero Aldolfo de Ibarreta (1829-1893) tomando como modelo el Pont des Arts de París (1802), con una longitud total de 60 metros y una anchura inicial de 12,40. Fue inaugurado el 1 de diciembre de 1878.

Ambos puentes significaron un vínculo de anexión fáctica y preludio como primera puerta desde el Casco Viejo al Ensanche, que se empezó construir básicamente en Abando a partir de 1876, a la vez que eran el acceso inmediato a las estaciones del ferrocarril de Portugalete (1888) y de Santander (1893). Asimismo, excepto la pasarela peatonal frente al ayuntamiento, de 1892, era el último enlace entre orillas desde Bilbao hasta el Puente Transbordador Vizcaya, a trece kilómetros, inaugurado en 1893. La comunicación entre márgenes mediante puentes siempre ha sido una consecuencia del desarrollo urbano y hasta 1936 no se construyeron los puentes de Begoña o Ayuntamiento y el de Deusto. El puente ha sido una referencia de actividad y modernidad urbana referenciado tanto en las tarjetas postales de la época como en el descriptivo cuadro de Darío de Regoyos (1857-1913) El puente del Arenal, de 1910.

La noche del 18 al 19 de junio de 1937, en la Guerra Civil española, como sucede en todas las guerras, los ocho puentes que entonces existían, ante el asedio del fascismo sublevado, fueron dinamitados por orden de la Junta de Defensa del Gobierno de Euzkadi. Poco después, la Oficina Municipal de Puentes Fijos de Bilbao, dedicada a la restitución de los volados, ordenó construir cuatro nuevos en los mismos lugares y tres, los móviles que habían sido inaugurados en diciembre de 1936 y el Puente-Trasbordador Vizcaya en la desembocadura de la ría se reconstruyeron cambiándoles sus nombres originales por otros de criminales militares y alusivos a la dictadura. Incluso en su reconstrucción fueron proyectados casi todos por arquitectos e ingenieros vascos.

Puente actual Sobre la misma traza y emplazamiento de las dos pilas del anterior destruido se construyó uno nuevo de hormigón armado con el tablero levemente inclinado, más alto en el Ensanche, apoyado sobre rótulas metálicas en pilas y estribos. De 19,70 metros de anchura y 62,30 de luz repartidos en tres vanos similares de agua y otros secos en las orillas para el paso del tren en la izquierda y la continuidad del muelle en la derecha. Al desaparecer por la citada demolición la antigua pintoresca estación de Portugalete, conocida como La Capilla, se cubrieron los andenes y la estación pasó a ser subterránea creando en la parte superior una interesante terraza mirador sobre la ría y el Casco Viejo al nivel del puente, lo que permitió una mejor presencia urbana de la estación de Santander y del edificio de La Bilbaina.

El puente es un notable y veloz proyecto en estilo racionalista, principalmente de los reputados ingenieros de caminos, canales y puertos José Entrecanales Ibarra (1899-1990) y René Petit de Ory (1899-1989). Debido a la reducida amplitud de la calle Navarra, que impedía la continuidad de cualquier ensanchamiento, mantuvo la misma sección transversal con una anchura entre barandillas de 19,83 metros repartidos actualmente en una calzada, el paso del tranvía y dos aceras asimétricas.

Paulatinamente, el puente ha ido perdiendo elementos complementarios ornamentales simbólicos fundamentales que le dotaban de monumentalidad en sus extremos, como las peanas y unos mástiles, es probable que por una lectura estilística que los hacia ver como simbología franquista (se le llamó Puente de la Victoria). Más recientemente, en julio de 1996, incomprensiblemente se eliminó su bella barandilla racionalista por una incongruente reproducción y ampliación de la barandilla de acceso a unos retretes que existían en la Gran Vía. Asimismo se colocaron unas farolas inadecuadas de estilo clasicista. El paso del tranvía y la implantación de postes para sostener la catenaria han deteriorado la correcta percepción de este puente. Aún en la actualidad sigue siendo fundamental en la movilidad urbana por lo que podría estudiarse la ampliación en voladizo de sus aceras muy transitadas.