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Familia actual y corresponsabilidad en el hogar

EL 94% de los europeos afirman que la igualdad entre hombres y mujeres es un derecho fundamental y el 91% considera extremadamente necesario trabajar para reducir esta desigualdad, para tener una sociedad mejor y más justa (Eurobarometer, 2015). La desigualdad por razón de género se encuentra en las organizaciones, en el mundo académico, y en los propios hogares. La contribución del hombre, junto a las políticas familiares y la flexibilidad de las empresas, es un elemento fundamental para que las mujeres puedan integrar plenamente la vida familiar y laboral.

Invertir en la familia es la clave. Incrementar las ayudas a las familias vascas es una de las soluciones más reclamadas (dinero por hijo, infraestructuras, cheques de servicio universal desgravables para labores domésticas, etc.). El problema no es cómo apoyar, sino cuánto. Mientras en la UE-28 cada país destina de media el 2,2% del PIB a apoyar a las familias, el Estado dedica como máximo el 1,4%. Un país que dedica recursos, tiempo y políticas para apoyar a la familia como tal, y no solo ayuda a las más necesitadas, tiende a ser un Estado más justo, igualitario, y con visión de futuro. Promover que ambos progenitores puedan dedicarse al cuidado de los hijos favorece la igualdad de oportunidades.

Como señala el reciente estudio Maternidad y Trayectoria Profesional (2017), liderado por la profesora del IESE Nuria Chinchilla, la participación en el hogar se puede medir por cinco baremos: la participación de hombres y mujeres en la vida de familia, la participación en el cuidado de los hijos, en las responsabilidades domésticas, en actividades de ocio y en la ayuda recibida y dedicada a los respectivos padres mayores.

En los países posindustriales, los hombres de hoy dedican mucho más tiempo a sus hijos que los hombres de los años 60 y 70 (Parker & Wang, 2013; Sayer, Bianchi, & Robinson, 2004). Sin embargo, todos los estudios confirman que las madres dedican más tiempo y más intensidad que los padres al cuidado de los hijos. Cuanto mayor nivel de estudios tiene el padre, la implicación es mayor. Mientras que los hombres con jornadas parciales pueden dedicarse más a sus hijos en todas las actividades.

En cuanto a las responsabilidades domésticas, la mujer sigue llevando el peso de las actividades de la casa, aunque trabaje a jornada completa. La excepción es la del hombre parado que asume mayores responsabilidades. El porcentaje de hombres y mujeres que reportan recibir ayuda por parte de sus padres o suegros es del 42% para preparar la comida y del 42% para el cuidado de los nietos por las tardes o cuando están enfermos. Estos resultados, totalmente en línea con otros recientes estudios (Badenas Plá & López López, 2011), revelan que las manos de los abuelos siguen siendo imprescindibles para tener equilibrio y armonía familiar y laboral.

La solidaridad familiar no es unidireccional: los hijos también ayudan a sus padres. La muestra del estudio mencionado, nos señala que los hijos van a pasear con sus padres o suegros (50%), les preparan la comida (19%), les acompañan a sus visitas médicas (17%), colaboran en las tareas domésticas (17%), les ayudan económicamente (9%), o les atienden en el baño o el aseo personal (9%). Pero lo cierto es que este tipo de cuidados recaen fundamentalmente en las mujeres, aunque la tendencia ha ido cambiando poco a poco.

Las mujeres que participaron en el estudio consideran que en la sociedad española está aún presente un cierto machismo doméstico. Un 70% de las mujeres afirma que en general los hombres tienden a responsabilizarse menos de las actividades domésticas y disfrutan de una situación de menor compromiso en el hogar. La contundencia de los resultados debe servir para poner luz sobre una problemática muy arraigada en nuestra sociedad, con el fin de revertir una de las fuentes de desigualdad más persistentes, que tiene raíces culturales Esto está cambiando, pero aún nos queda camino por recorrer.

Por lo que se refiere al tipo de relación que han establecido las parejas, en función del grado de compromiso que asumen en el ámbito familiar y profesional, la mayoría admite tener una relación de equilibrista, es decir, que ambos trabajan tanto dentro como fuera del hogar y tratan de hacer las cosas lo mejor que pueden. Un 24% de las mujeres y un 17% de los hombres reporta tener una relación especializada: uno de ellos se centra en el mercado laboral, mientras que el otro lo hace en la familia (Becker, 1981). Este tipo de relación sigue, en general, el modelo tradicional, que asume que el hombre ha de asumir las responsabilidades laborales y la mujer, las familiares. Es interesante observar la irrupción de un nuevo tipo de relación que llamamos aliada, en la que ambos miembros trabajan fuera de casa, sin pretender grandes exigencias en su hogar. Finalmente, una pequeña proporción de la muestra define su relación como adversaria, donde ambos trabajan fuera del hogar y esperan que sea el otro quien se ocupe de la casa.

Entre otras iniciativas de mejora, querría insistir en estas: a) deberíamos exigir y reclamar nuestros derechos que permitan vivir una vida equilibrada y completa que demuestre que ser un excelente empleado no está reñido con ser un buen padre o madre; b) los dos miembros de la pareja han de corresponsabilizarse y aprender a trabajar en equipo igual que en el trabajo; c) se ha de educar a los jóvenes en la responsabilidad de las tareas domésticas, delegar lo delegable en ellos; d) es importante potenciar la autoconfianza en las niñas, animándolas a superar el miedo al fracaso y no ponerse barreras a la hora de los estudios para su futuro profesional; e) es imprescindible aprender a compartir con la pareja las inquietudes y necesidades tanto profesionales como familiares y personales