ALEA jacta est. mañana martes, el PNV, con el PSE como convidado de piedra, aprobará en el Parlamento las cuentas del Gobierno que preside el lehendakari, Iñigo Urkullu, y lo hará de la mano del PP y de espaldas a la mayoría social del país. De espaldas a la mayoría (el 70%, según el último EITB Focus) que confiesa que jamás votaría al PP por su responsabilidad en los recortes y la corrupción, por su boicot permanente a cualquier paso que este país da en busca de la paz y de la convivencia. De espaldas a la mayoría que reivindica el derecho de la sociedad vasca a decidir su futuro en libertad y que difícilmente puede entender que el partido que con más fuerza se opone a esa demanda democrática sea ahora el socio del PNV. De espaldas a la mayoría que reclama políticas sociales sin recortes y que con toda legitimidad puede considerar inadecuado un pacto con el partido que más se ha destacado en su afán por restringir derechos. De espaldas a la mayoría que de forma activa y consciente votó no a Mariano Rajoy.

Y, sin embargo, habría sido posible otro acuerdo presupuestario. Esa ha sido la voluntad de EH Bildu desde el principio del proceso de tramitación de los presupuestos. Podíamos habernos quedado en nuestro lado de la mesa, inmóviles, a la espera de que fuera el Ejecutivo el que se moviera, obligado por su minoría parlamentaria. Habría sido lícito, y más cómodo, a la vista de que sus presupuestos nos parecen insuficientes cuantitativa y cualitativamente y de que suya es la responsabilidad de buscar apoyos a sus proyectos. Sin embargo, no es tiempo de que cada cual se atrinchere en sus propias esencias, sino de arriesgar en busca de acuerdos que mejoren las condiciones de vida de la sociedad vasca. Y tampoco queremos practicar una oposición de tierra quemada, negando a un gobierno en minoría la posibilidad de llegar a acuerdos. Por eso nos hemos mojado y vamos a seguir mojándonos. Por eso hemos hecho propuestas concretas y realizables.

Partiendo del hecho de que es necesario mejorar la base de ingresos, pusimos sobre la mesa desde el primer momento la necesidad de una reforma fiscal que nos dotara de tales recursos y acercara a nuestra comunidad a la media de los países más avanzados. Porque no puede ser que el gobierno nos diga que carece de fondos para financiar políticas más ambiciosas y que al mismo tiempo las grandes empresas tributen muy por debajo de lo que deberían, que la aportación de las rentas de capital sea mínima y que el fraude fiscal siga en niveles intolerables.

Además, realizamos toda una serie de propuestas en aspectos que consideramos parte de un amplio consenso social. Propuestas viables política y económicamente que, de haber sido aceptadas, hubiesen mejorado la realidad de este país, esa realidad que nos muestra un listado insoportable de casi 140.000 personas en paro, que nos recuerda que desde 2008 la pobreza relativa ha crecido un 10% y la grave, el 56%; que nos aleja de los estándares europeos en áreas tan fundamentales como Educación, Sanidad o inversión en I+D.

Es urgente y es prioritario mejorar esa realidad, y podríamos haber empezado a hacerlo desde ya mismo. Lamentablemente, el Gobierno de Urkullu ha dicho no a crear 1.200 puestos de trabajo en Educación y Sanidad y otros 800 en Lanbide y empleo verde. No a crear un fondo de promoción industrial de 9 millones de euros. No a dedicar 8,5 millones a dinamizar las comarcas más desfavorecidas (Margen Izquierda, Zona Minera, Aiaraldea y Oarsoaldea). No a crear un comisionado que impulse y coordine las políticas públicas y privadas en materia de I+D+i. No a invertir en las haurreskolak para avanzar hacia su gratuidad plena. No a mejorar la financiación de la Universidad Pública. No a ampliar la dotación para infraestructuras educativas. No a complementar las pensiones más bajas.

No, no y no. No a un diálogo real con EH Bildu. No a la reforma fiscal. No a mejoras parciales en un presupuesto manifiestamente mejorable.

La decisión de pactar con el PP estaba tomada de antemano. Resultó significativo y clarificador escuchar en la radio, justo cuando íbamos en tranvía a nuestra segunda cita con el señor Azpiazu, cómo el portavoz del Ejecutivo admitía que ya había un principio de acuerdo con el PP. La reforma fiscal, que sotto voce casi todo el mundo admite como necesaria, queda en el alero, bloqueada de momento por el PP. Las mejoras en el presupuesto se sustituyen por la calderilla otorgada al PP vasco para justificar un acuerdo que les ordenaron firmar desde Madrid.

Creemos que buena parte de esta sociedad miró con ilusión la propuesta de diálogo de EH Bildu. También creemos que nuestras enmiendas han sido generalizadamente percibidas como realistas, hasta el punto de que nadie ha aducido su inviabilidad como argumento para rechazar nuestra oferta. A pesar de las débiles excusas improvisadas sin demasiada convicción desde los aledaños del gobierno, todo el país sabe que el pacto con el PP estaba sellado fuera de Euskal Herria y en base a intereses ajenos a estos presupuestos. Pero insistiremos, seguiremos reiterando que lo que necesitamos son acuerdos de país, acuerdos de futuro, para construir con visión estratégica. Acuerdos para la mayoría social, la mayoría que no desea ver al PP ni en pintura y menos como socio que condicione las políticas económicas, y quizás también en otros ámbitos, del gobierno. De la mano de la mayoría que desea más servicios, mejores políticas públicas y libertad para decidir el futuro de este pueblo.