SUMIDOS como estamos últimamente en procesos post y preelectorales a lo largo y ancho de Europa, con las consiguientes encuestas y barómetros que los acompañan, percibo tal hastío en mi fuero interno y a mi alrededor que opto por relegar estos temas al más lejano de los olvidos. Me hacen pensar cada vez más en un grafiti anarco que leí hace ya algún tiempo y que decía así: “Si las elecciones fueran verdaderamente democráticas, estarían prohibidas”. Las historias se repiten a menudo políticamente, sobre todo si sus protagonistas son un calco de lo que representaron algunos de sus predecesores. El término de volver a las andadas lo define bastante bien, aunque los pasos, las ofertas de colaboración, las circunstancias individuales y los ritmos de cada cual difieran. Las conclusiones y los porqués de tamañas decisiones suelen diferir bien poco a la hora de explicar a sus respectivos votantes y al resto de ciudadanos el quid de sus pactos, sobremesas y contubernios para gobernar.

En Hegoalde, los términos “estabilidad”, “acuerdo entre diferentes” y “convivencia” conforman la tripleta goleadora de este nuevo once que se pretende equilibrado y en el que los centrocampistas campan a sus anchas. El balón abertzale sigue en juego, pero de tanto toque y pase transversal puede acabar desinflado de pura triangulación ambigua. El meollo del fútbol e igualmente de la política son los goles en la puerta adversa y parece justo reconocer que nuestra capacidad realizadora está, de momento, bajo mínimos o es que seguimos marcando en propia meta. Los 18 canteranos de EH Bildu siguen chupando banquillo en Gasteiz y se ha optado por incorporar a tres fichajes procedentes del PSOE que, a juicio del renovado entrenador, Urkullu, ofrecen más garantías para jugar por unas bandas meramente autonómicas. Con todo, seguimos en la misma Liga BBVA, perdón, ahora Santander, bajo la mirada complaciente del árbitro gallego y sus jueces de línea blandiendo banderines rojigualdos, no vaya a ser que incurramos en un posible fuera de juego estatal. Este statu quo adquiere ya tanta longevidad en el tiempo abertzale que hasta el estatuto y los raíles del TAV van a acabar por oxidarse. Hace tiempo pronostiqué en estas líneas que este último no nos uniría con Europa y me reafirmo en el pensamiento de que, para completar la Y con su rabito, enlazará las tres capitales de la CAV con el Madrid del chotis y las corruptelas.

Menos turismo... Volvamos, pues, a Iparralde, porque el actual viento sur reinante puede contribuir únicamente a enturbiar nuestra actual visión histórica a este lado del Bidasoa, donde evidentemente tampoco estamos exentos de unos cuantos sometimientos. Lo clásico por estas tierras durante décadas lo constituía la horda de galos que las invadían durante los períodos vacacionales para olvidar temporalmente el metro, boulot, dodo al que estaban sometidos el resto del año en sus lares. Estos siguen acudiendo, aunque, a mi modesto entender, en menor número por cuanto la oferta turística se ha diversificado enormemente y esta zona, por qué no decirlo, está a unos niveles de precios no asequibles para el común de los bolsillos. Si bien es cierto que los surfistas han contribuido a cubrir algunos huecos dejados por los anteriores, no compensan todas las lagunas, si tenemos en cuenta que son de ola, plancha, pizza, furgoneta y tentetieso. Y digo tieso porque son los más respetuosos con el medioambiente, la idiosincrasia y la cultura locales. Total, que aquellas tradiciones lapurtarras de trabajar cuatro o cinco meses turísticos y empalmar con el paro hay que darlas por finiquitadas para los que ejercían este tradicional oficio, al que de algún modo los condenaba la republicana administración que convirtió este territorio en mero enclave turístico sin destinar un solo franco o euro a otros menesteres laborales.

El segundo sometimiento, aunque oficialmente se le catalogue de simple presencia policial, está representado por los cuerpos de las respectivas fuerzas de seguridad de ambos Estados ocupacionales que campan a sus anchas por aquí. Circulan a menudo en parejas mixtas de sexo y origen, evidentemente no uniformadas y que estando estratégicamente aparcadas esgrimen mapas bajo el parabrisas para armonizar su actitud y presencia con el hermoso paisaje circundante y dar de paso el pego a cualesquiera miradas subrepticias. Schengen y otros tantos acuerdos comerciales de moneda de cambio sellan el resto para que, cuando al ministro de Interior de turno le cuadren sus vírgenes predilectas, su operación Seminario o la investidura de Raxoi, los próximos presupuestos u otras zarandungas, haya un amable juez antiterrorista que firme el despertador de noche o de madrugada para que el refugiado o los civiles que quieran colaborar con el desarme de ETA, pasen a la cazuela. Constituirán el antepenúltimo máximo responsable o los colaboradores en el desarme de la ya desaparecida organización para azucarar el café matutino de los tertulianos de turno que lo degustarán con la tostada de Trump, las bombas sirias de Putin, el croissant del ex-Hollande o cualquier otra mantequilla. Ante tamaños desvaríos, la sociedad civil de Iparralde y buena parte de sus electos siguen demostrando la vitalidad que atesoran para hacer frente a afrentas antidemocráticas de esta índole. Un espejo en el que de cuando en vez la adormilada sociedad de la CAV debiera cavilar y observarse. Con el fin de completar el pódium y poder otorgar sin dilación la última medalla, de barro en nuestro caso, interesémonos en las hectáreas de tierra que pisamos y la multitud de transacciones inmobiliarias que las acompañan sin tregua ni desarme las tres o cuatro últimas décadas.

Más asimilación Para que se hagan una idea, el menda lee el semanario local en euskara Herria, que contiene un apartado donde se pueden insertar anuncios de creación de empresas, modificaciones en el accionariado y gerencia de las mismas o convocatorias de asambleas generales, disoluciones, quiebras y demás milongas. Anunciarse en dicha publicación resulta más barato, y sobre todo más discreto, que en el Sud-Ouest de turno. Pues bien, acomódense bien en sus sofás porque en los dos últimos años he detectado que florece una nueva agencia inmobiliaria cada tres o cuatro semanas, e imaginen la presión que estos nuevos depredadores, unidos a los ya existentes, pueden realizar sobre cada terruño inocupado o cada caserío sin actividad agraria por falta de sucesión generacional. Donibane, Urruña, Azkaine, Ahetze y tantas otras localidades son el vivo ejemplo ocupacional por parte de un inserso francés de lujo, que ha convertido la franja costera en un enclave francófono unilateral asimilable a una verdadera razia lingüística para continuar reduciendo la presencia del euskera a la mínima expresión.

Y qué decir de los metros cuadrados de grandes superficies por habitante. Dan para huerta y jardín. Total, que la nueva organización territorial de Iparralde tiene ante sí retos económicos, sociales y lingüísticos de primerísima envergadura a partir de 2017.

Esperemos pues que nuestros vecinos no nos hagan otro siete identitario una vez más y podamos, autoinvadiéndonos sur y norte o viceversa, reafirmar el Zazpiak Bat de la unión, la hermandad y la patria común.