EN el año que hemos dejado atrás, y antes, el PSOE ha tenido la capacidad de cometer sucesivamente el mayor número de errores a la mayor velocidad posible. Me resisto a relatarlos, por no aburrir al lector y porque como dice el Gran Wyoming en su último libro: “La realidad se limita al presente. El pasado no es común, habita en cada uno”. No se trata de olvidar nada, ni de lamentar lo que pudo ser y no fue, ni de pasar página.
Lo indiscutible es que el PSOE vive una situación calamitosa que debe superar cuanto antes. Lo cual es factible si se realiza un análisis certero de la realidad, se redefine su proyecto político y se fija una estrategia ambiciosa. No basta solo con celebrar un congreso, que debe ser cuanto antes. Y no basta con volver a la situación de hace un año.
En mi humilde opinión, es necesario un cambio de rumbo, de envergadura, que redefina al PSOE. No se trata de refundarlo, que ya se fundó una vez, sino de redefinir su proyecto para ocupar el espacio del centro izquierda y la socialdemocracia, reforzando y desarrollando estos conceptos y buscando su propio espacio natural. Volviendo a convertirlo en un instrumento útil, eficaz y relevante para el cambio social. Que quiera, sepa y pueda aglutinar a la sociedad progresista de nuestro país, para, con la ciudadanía, cambiar y cambiar las cosas sin cesar. Que sea consciente de la realidad, no solo de la realidad virtual, de una sociedad variopinta con sentimientos identitarios diferentes, donde ya nadie tiene el monopolio de la izquierda y llena de problemas que exigen soluciones.
No tengo ninguna duda que tanto entre la afiliación socialista como entre importantes sectores progresistas hay suficientes ideas, planteamientos, propuestas y personas para que el PSOE pueda presentarse de nuevo a la sociedad y remontar exitosamente el vuelo. Pero sí me inquieta y perturba el enfrentamiento interno que, de mantenerse en los actuales términos, no hará sino empeorar la situación.
Por eso creo que es necesario superar la bronca de octubre, sin olvidarse de nada ni de nadie, relativizar muchas cosas y acercar posturas. El actual clima es de confrontación, de lucha por el poder interno, donde muchos se enfrentan buscando su victoria, pero no anhelando la paz. El resultado no servirá para que el partido salga fortalecido. Y será difícil volver a conseguir el respaldo de la ciudadanía progresista y posibilitar el cambio institucional y social.
Sinceramente, y aun sin entender la equivocación en retrasarlo sin motivo, no me parece tan relevante si el congreso es en marzo o en mayo. Como tampoco si el futuro líder tiene que ser de Despeñaperros para arriba o para abajo. Más grave es intentar jugar con ventaja, insinuando que los catalanes se pudieran quedar fuera, o supeditar el resultado a intereses espurios o personales, o a estar bien posicionados en el proceso congresual, o las diatribas descalificadoras hacia los críticos invitándoles a irse a Podemos, o las loas esperpénticas con que algún lumbrera trata de agasajar a una posible candidata, o cambios estatutarios propuestos que convertirían al secretario general en un caudillo todopoderoso e incriticable para “evitar que vuelva a suceder lo de octubre”. Pero lo más importante, sin duda, es la ausencia del necesario debate de qué PSOE queremos para el futuro y de la estrategia para superar esta situación.
Y todo esto dentro de la ya larga crisis de la socialdemocracia a nivel internacional, donde, como dice Fabricio de Potestad, “en las últimas décadas, la izquierda ha puesto de manifiesto una falta de vigor y lucidez preocupante”. Entiendo que no es el momento ni el lugar de afrontar sin altura de miras y mirándonos al ombligo nuestra propia debacle. Si solo estamos ocupados y preocupados con nuestras estériles peleas internas, seremos incapaces de contribuir a buscar “otro centro de gravedad que saque a la izquierda del caos ideológico y de la división en la que está sumida”, ya que, como lúcidamente indica también, “todos los sueños de transformación de la sociedad flotan hoy a la deriva”.
En definitiva, me permito llamar la atención de mis compañeros para que entre todos, desde el sentido común y la generosidad, y sin prejuicios apriorísticos, busquemos una salida inteligente a nuestra crisis desde el consenso y la unidad. Con un debate amplio, profundo, ambicioso, libre y abierto. Y con una sana concurrencia de distintos candidatos en las primarias. A quienes hay que ganarles no están dentro sino fuera. Creo que los socialistas tenemos la obligación ética de sacar esto adelante y convertir al PSOE en una referencia sólida, creíble e indiscutible para el cambio. En la referencia de la izquierda. Lo cual es perfectamente posible si nos empeñamos en ello. Los ciudadanos que desean el cambio social lo están deseando y esperando. Si no lo conseguimos, lógicamente seguirán buscando por ahí.