“Que no somos de aquí, que somos de Bilbau...”
AITOR Esteban tuvo un pequeño lapsus en el Congreso de los Diputados con su “Bilbado, Bilbao”, que provocó risas y resolvió con una sonrisa. Pero esta alocución verbal del diputado del PNV me lleva a varias reflexiones lingüísticas o psicolingüisticas.
Los lapsus linguae, decía Sigmund Freud, son aportaciones del subconsciente y buenas herramientas para adentrarnos en la zona inconsciente.
“Los errores de anticipación verbal” como los llaman los psicolingüistas, son reflejo de lo que uno vive en su interior. Como bien dice mi amigo filólogo Manu Etxebarria, “el idioma es el espejo de la vida”.
El hablante sabe lo que va a decir antes de enunciarlo, pero comete un desliz sin importancia. Y esto a mí me da pie a extraer algún que otro análisis morfológico. Como la caída de la manzana de Newton dio a luz a serios análisis sobre la gravedad, ojalá que de la interpretación de un simple desliz lingüistico podamos sacar algún que otro análisis certero. Los deslices a priori no tienen relevancia pero, como la manzana de Newton, dan pie a profundizar en que las cosas no suceden porque sí.
Que un euskaldun, siendo el significado real de la palabra euskaldun, “poseedor del euskera” o hablante del euskera, y que por ende piensa en euskera, en su traducción espontánea al castellano diga “Bilbado” puede tener su lógica desde el pensamiento euskaldun; como podría decir también instintivamente, como acto reflejo, “bacalado” en vez de bacalao. El afán de la corrección de la lengua nos lleva que las terminaciones de ao tendamos a ponerlas en ado.
Por otra parte, en nuestra lengua de trasmisión eminentemente oral, si entendemos que Bilbao es una palabra de etimología euskérica, el origen de su verdadero nombre podría partir de Bilbatu, Bilbadu, Bilbau como bien cantan los bocheros -“Que no somos de aquí que somos de Bilbau, por eso llevamos txapela a medio lau”- y “Bilbau” ser contracción o abreviación del sufijo Bilbatu (reunir, agrupar, tejer?). Esa podría ser, por tanto, la procedencia del nombre Bilbau, (u: original) Bilbao (o: cierre de vocal). Me remito a la percepción intuitiva analítica e instructiva de Kapanaga, el Socrates euskaldun, para apuntar y descorchar tales afirmaciones. Digamos de esta afirmación que es una base hipotética, aunque este supuesto no me parece muy alejado de la que posiblemente, por lógica de la construcción lingüística, podría ser.
Como también hay otras teorías que afirman que el hiato “ao” en posición final, como contracción se convierte en “o”, Bilbao: Bilbo; Galdakao: Galdako. Habiendo, cómo no, también muchas terminaciones en ao, Ugao, Askao. Aska + aho, procedente de ago (en boca de) Y hay quienes citan la etimología latina:“Belum Vadum”.
Aunque el lugar de procedencia tiene importancia y nos define, posiblemente es más importante lo que uno vive y siente internamente. Ya decía Sócrates que adquirimos esos conocimientos al nacer y la lengua es la envoltura en la que nos movemos y que de nuestros sentidos extraemos el pensamiento.
Contaré una curiosa anécdota personal que sucedió en el año 1974, en plena vigencia del franquismo. Estaba en Bilbao, en una tarde de invierno, escuchando Radio Nacional y en un principio creí que estaban hablando en euskera, pero para mi sorpresa no entendía una palabra. Aunque la fonética me sonaba a un euskera de tono cantarín, tipo al que se habla en Bermeo, era una poetisa japonesa, cuya alocuación, en mi fuero interno, sentí como propia y muy cercana. Aun no entendiendo, se me hizo mío.
El euskera es una lengua de trasmisión oral y, lo mismo que un niño aprende la lengua por el oído, esa trasmisión oral es la que ha salvado y salvará el destino y la permanencia de la lengua. Es decir, una lengua si no se habla, se pierde. Afortunadamente, el euskera, a pesar de todas las dificultades que tiene una lengua minoritaria, goza hoy de buena salud. Hizkuntza dabilen harria da, darabilguna eta garabiltzana (el idioma es la piedra que gira y nos hace girar).
En definitiva, lo relevante no es “Bilbao” o “Bilbado”, sino que hay demasiados que no comprenden el significado de la canción: “Que no somos de aquí, que somos de Bilbau?”.