A la tremenda. Por el artículo 33. Es decir, porque lo digo yo y punto. Sin respetar ni los procedimientos, ni los ámbitos competenciales ni las mayorías. Así funcionan algunos. Sustituyendo la democracia por demagogia. Así es la responsabilidad pública e institucional de EH Bildu. Decretar la segregación de Igeldo sin dar audiencia previa al municipio del que se desgaja. Sin tener en cuenta que deben ser las Juntas Generales, por su norma foral de organización y gobierno (6/2005), quienes determinen los límites municipales en el territorio. Sin respaldo aparente de informe de legalidad. Sin más argumento que la genitalina del "ordeno y mando".

Y todo bajo el amparo insolente de una agitación y propaganda propia de manipuladores profesionales. Tal enmascaramiento de la realidad se podía interpretar ya en las primeras palabras del diputado general, Martin Garitano, anunciando el decreto por el que convertía a Igeldo en el 89 municipio guipuzcoano. Pero la argucia argumentativa intencionada se reflejaba nítidamente en un anuncio publicitario pagado para su inserción en medios por la Diputación de Gipuzkoa. El anuncio, reproducido el pasado día 19, decía así; "Eskoziarrek, bai. Kataluniarrek, ere bai. Igeldotarrek, baita ere. Igeldo, 89. udalerri, ongi etorri. Erabakitze eskubidea danona da. Demokrazia herritarren iritzia errespetatzea da. Gipuzkoako Foru Aldundia. Gipuzkoa berria".

La palabra demagogia proviene del griego y su significado común señala la práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular. Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.

Nadie, que yo sepa, ha discutido el derecho de los igeldotarras a decidir si quieren vivir solos o acompañados. Nadie ha puesto en cuestión la existencia de una voluntad mayoritaria entre el vecindario de constituirse en comunidad separada de la donostiarra con la que conviven jurídica y administrativamente. No. El debate no es ese. La cuestión es cómo ajustar legítimas reivindicaciones a la normativa en vigor. Cómo buscar soluciones sin hacer añicos las reglas básicas de convivencia. Cómo encontrar el acuerdo con la participación de las partes y siguiendo los mecanismos legales establecidos por la mayoría legítima de la representación ciudadana del territorio.

Añadir más problemas a las dificultades ya existentes no es sino contribuir a un fracaso mayor. Y eso es lo que EH Bildu, y la Diputación de Gipuzkoa ha hecho con Igeldo. Tomar decisiones desde la inseguridad jurídica es una irresponsabilidad grave porque es añadir gasolina al fuego, incentivar una frustración y un cabreo añadido que enconará las posiciones en detrimento del necesario consenso y el acuerdo. Es, exactamente, lo que buscaba desde el primer momento Bildu; exacerbar las posiciones para, desde la radicalidad, sacar tajada política del enfrentamiento. Y todo ello bajo la mentira y la manipulación. En nombre del "derecho a decidir". Jugando con los sentimientos y las inquietudes de la gente y demonizando a cuantos cuestionen sus actos.

Siempre es lo mismo. Pervertir los debates, retorcerlos y llevar el ascua a su sardina.

Joxean Agirre, responsable territorial de Sortu en Gipuzkoa, ha alimentado la caldera. No esperábamos menos. El coordinador de la izquierda patriótica se preguntaba; "¿Quiere el PNV hacer con Igeldo lo que Rajoy está haciendo con Catalunya?". Demagogia pura y dura. El PNV ha protagonizado, defendido y apoyado numerosos procesos de desanexión y segregación de términos municipales. Y lo ha hecho, permanentemente, atendiendo a la voluntad de la ciudadanía. El PNV siempre ha sabido encontrar cauces de negociación y acuerdo. Ha sabido atender el "qué" de las cuestiones, pero también el "cómo". Los únicos que no han sabido qué hacer en situaciones similares han sido quienes, ante la articulación del derecho a decidir en el Parlamento -Nuevo Estatuto político- votaron de forma distinta; tres a favor y tres en contra. Los que siempre han jugado al despiste, a la manipulación y a la estrategia. A la suya.

La próxima semana, el PNV presentará ante el Parlamento Vasco una iniciativa que busca la puesta en marcha de una ponencia específica que evalúe el autogobierno actual y siente unas bases consensuadas para su actualización. Lo hará con la intención de llevar a Euskadi a nuevo estatus político acorde con la voluntad mayoritaria de la sociedad vasca. Sabiendo muy bien el "qué" de la iniciativa y, al mismo tiempo, el "cómo". Los procedimientos, la articulación jurídica, los ámbitos de decisión, los plazos... Sin prisa, pero sin pausa.

Muchas veces, cuando no se sabe a ciencia cierta adónde se quiere ir, se discute hasta la extenuación sobre la fórmula en la que se efectuará el trayecto. Y, a la inversa. Se acusa a los demás de no tener claro el desideratum último para evitar pronunciarse sobre los medios para que esto se logre. El PNV tiene definidas ambas cuestiones y no dará pasos en falso que imposibiliten avanzar en la materia.

Mirar hacia otro lado, sentir con calor propio lo que ocurre en Catalunya o Escocia, resulta inevitable. Pero seguir con respeto y afecto los procesos protagonizados en otras naciones europeas no significa copiar miméticamente lo que allí ocurre. Son situaciones diferentes de movimientos distintos. Escocia y Catalunya, cada una a su modo, se aprestan a abordar el final de un trayecto mientras que en Euskadi, desde una posición y coyuntura desigual, aún no nos hemos situado en la casilla de salida. Nuestra experiencia pasada, los obstáculos que ye encontramos en el camino y la referencia de otras realidades, nos deben permitir hacer frente a un proceso con garantías de éxito.

Hacer las cosas a la tremenda, amparados gestualmente por principios elementales que una mayoría comparte puede resultar efectista pero no efectivo. Y en esto, la demagogia es una malísima compañera de viaje. Si el caso de Igeldo es un indicio de lo que nos espera, mal empezamos.