EL lema del Gesto Diocesano de este año es tan precioso como verdadero: Nos sostienen, ¡reconócelo!. Sí, la ancianidad es una etapa de debilidad en la que nuestras fragilidades van haciéndose sensibles de forma muy clara, esto es verdad, pero también es cierto que si aprendemos a mirar la vida en su profundidad, en la vejez se van evidenciando unos valores incalculables. La ancianidad puede ser un momento en el que se aporten experiencias más profundas, capacidades escondidas, vitalidades insospechadas? y una honda sabiduría que las generaciones nuevas pueden y deben acoger si no quieren asfixiarse. Como escribió R. M. Rilke, "¿Dónde está el que supo sacar fuerza de una gran pobreza?".
Leí una historia que me entusiasmó y hoy nos puede ayudar mucho. Se trata de una leyenda esquimal novelada encantadoramente por Vilma Wallis. Voy a tratar de resumirla muy esquemáticamente, consciente de lo que se pierde:
Dos mujeres, ya muy ancianas, estaban suponiendo una carga excesiva para un grupo de nómadas, por lo que decidieron abandonarlas en los hielos polares. Era algo que, algunas veces, las tribus heladas y hambrientas realizaban con personas que ya estaban al límite de sus fuerzas. Esto quería decir condenarlas a una muerte irremediable. Las dos mujeres quedaron allí, con sus pertenencias, llenas de aturdimiento y espanto. Pero, superando el estupor y la angustia, decidieron que para ellas no había llegado todavía el momento final y que si tenían que morir lo harían luchando.
La novela va narrando todos los esfuerzos que las mujeres llegaron a realizar para moverse del lugar. Poco a poco, con gran habilidad consiguieron recoger caza en sus lazos y trampas; en verano, pescaron; trabajaron duro, vencieron obstáculos casi imposibles. Fueron aguzando el instinto y la inteligencia para conseguir lo necesario para subsistir. Incluso tuvieron tiempos para charlar, compartir de sí mismas, animarse mutuamente, escucharse. Confeccionaron manoplas, bolsas, pasamontañas? Su choza llegó a ser casi confortable y las provisiones de caza y pescado superaban sus necesidades, pero las guardaban con cuidado.
Al cabo de un largo año, la tribu volvió y acabó encontrando a las ancianas. El grupo estaba más depauperado y desanimado que nunca. Las mujeres se mostraron fuertes y dignas. Fueron capaces de hacerles ver la injusticia cometida y exigieron unas condiciones. El perdón no fue fácil ni para unos ni para otras, pero se realizó. Fueron capaces de transmitir lo que llevaban dentro, esa especie de fuerza interior que les había mantenido. El grupo les admiró y cada día crecía esta admiración y respeto, también rebrotó el cariño de forma nueva. Ellas compartieron lo que tenían y salvaron al grupo del hambre, de la inanición y, sobre todo, del desánimo. Esta leyenda se fue transmitiendo de generación en generación. Con razón una de ellas había dicho: "Nuestro recuerdo perdurará en sus memorias y les infundirá valor en los momentos difíciles".
¡Qué enseñanzas tan profundas y sencillas tiene la sabiduría popular!
Ciertamente, nuestra fuerza reside en nuestro interior y muchas de nuestras capacidades, también. Dentro de cada uno/a late un increíble potencial de grandeza. Pero lo desconocemos. Es más, no siempre le damos la oportunidad de crecer y permanece encerrado. No debemos poner límites a nuestras posibilidades individuales, pero tampoco a las grupales, a las comunitarias.
Si cada una de aquellas dos mujeres se hubiera quedado aislada en su propio dolor, desconcierto, impotencia y amargura -que todo eso tenían-, no hubieran salido a flote y se habrían hundido en su propia indigencia. Fueron capaces de salir de sí mismas, encontrarse con la otra. Juntas realizaron el milagro de lo imposible: recuperaron la fuerza interior de los otros porque la tenían dentro de sí mismas y esto salvó a todo el pueblo.
Quizás estas pequeñas historias puedan ayudarnos a creer en el futuro, a creer y crecer en la energía que brota de nuestro interior, de nuestro propio corazón, a desarrollar la grandeza de lo pequeño y a saber que la solidaridad obra milagros. ¡Ellas sostuvieron a la tribu debilitada! Y es que como dice el lema de este año: Ellos nos sostienen. Este es el tesoro que podemos y debemos recibir de nuestros mayores ¿Sabremos acogerlo, agradecerlo y comunicarlo?