MAÑANA, 29 de diciembre, se cumplirán 800 años desde que Alfonso VIII, rey de Castilla, regaló la tierra de Durango a Diego López de Haro II, señor de Bizkaia, en agradecimiento de la ayuda prestada por el mismo en la batalla de las Navas de Tolosa que había tenido lugar el 16 de julio precedente en las tierras de Jaén. Ese día, Bizkaia y las Tierras de Durango, ¿Durangerri?, iniciaron un largo camino en común. Camino que en 1628, cuando firmaron la Escritura de Unión de la Merindad de Durango y el Señorío de Vizcaya, tornó lo que era de hecho en derecho. Camino en el cual no faltaron, como es normal, tropiezos y conflictos y en el que se perdió, en detrimento del de Bizkaia, el Fuero de la Merindad de Durango y otros muchos derechos y prebendas. La Tierra de Durango sí conservó su territorialidad, personalidad, derechos e instituciones hasta la supresión foral de 1876, competencias que a día de hoy corresponderían entre otras a hacienda, fiscalidad, obras públicas y orden público.
1212, 1628? fechas significativas en la configuración de lo que hoy día es Bizkaia. Importantes en estos tiempos en que toda estructura supramunicipal es considerada en base a argumentos financieros. En que las divisiones territoriales se han dejado en manos de técnicos que ignoran el pasado comarcal que funcionó durante siglos en Euskal Herria. Divisiones que? curiosamente para cada tema o caso son habitualmente diferentes. Espacios que recuerdan la división provincial que de España dibujó en 1833, a su libre albedrío, Francisco Javier de Burgos. Territorialidad reivindicada en las últimas décadas cada 27 de diciembre, al recordar la última Junta de la Merindad de Durango celebrada en 1875 bajo la presidencia de Casimiro de Astola, en la Campa Foral de Gerediaga por los alcaldes de la Merindad de Durango.
Una Merindad que configuraron las anteiglesias de Abadiño, Berriz, San Agustín de Etxebarria, Mallabia, Iurreta, Mañaria, Garai, Zaldibar, Arrazola, Axpe, Apatamonasterio e Izurtza. Que compartieron espacio geográfico con las villas de Elorrio, Otxandio, Ermua y Villanueva de Tabira de Durango. Villas, que aún ocupando el mismo marco geográfico no participaron en las instituciones de la Merindad, pero si en otras de las que se dotaron anteiglesias y villas para dar cauce a los asuntos que frecuentemente tenían en común. Un espacio en el que trabaja desde hace mas de cuatro décadas Gerediaga Elkartea y que en la década de los años 70 del pasado siglo soñó en recuperar cuando, haciendo uso de las leyes del momento, impulsó a los ayuntamientos de la comarca a la creación de la Mancomunidad de la Merindad de Durango.
En esta ocasión, de la mano de la Bizkaiko Batzar Nagusia se ha realizado un recuerdo a los condes del Duranguesado que reposan en San Agustín de Exebarria (Elorrio) así como una representación musico-teatral en dicha iglesia. Hoy se presentará en la ermita de la Veracruz de Durango un libro que recoge de manera breve y sencilla la historia de esta Merindad y los actos culminarán con el acto oficial del 800 aniversario, a celebrarse mañana en la campa Foral de Gerediaga (Abadiño). Actos que recordarán que Bizkaia la configuran tierras diversas y diferentes. Tierras donde convivimos diariamente gentes muy diversas y que son el resultado de la aportación, durante muchos siglos, de miles de personas anónimas.
Moradores que desean que su historia de muchos siglos no solo tenga pasado sino también tenga futuro. Un futuro en común como hasta el presente, pero no necesariamente común e uniforme. Un futuro en que la diferencia no sea el motivo del distanciamiento sino el complemento necesario para la consecución de un mismo proyecto. Al escalar, los pies sostienen el cuerpo para que los brazos eleven el mismo en el camino hacia la cima. Como muestra la vidriera de la Casa de Juntas de Gernika, la diversidad bien entendida genera el corpus de esa dama llamada Bizkaia y cantada, cuan viejo romance, por el bardo de Getaria.