EN estos tiempos que corren no tiene mucha audiencia la afirmación del Premio Nobel Amartya Sen cuando escribió que la economía es una ciencia moral. También podemos afirmar lo mismo de la política, a pesar de los esfuerzos de Maquiavelo para desligarlas, pero de aquellos polvos vienen estos lodos.

Si una parte del sistema financiero bancario ha provocado operaciones suicidas movido única y exclusivamente por la obtención de un máximo beneficio, la dejación del Estado para intervenir puede tener que ver con el hecho de que los mismos partidos políticos tienen deudas con los bancos, deudas condonadas en muchas ocasiones, y posibilidad de tener que volver a pedir créditos en el futuro. ¿Van a pelearse en esas condiciones?

Otra de las cuestiones pendientes tiene que ver con el concepto de libertad. Quienes defienden la libertad absoluta de mercado, la no intervención, son quienes más libres tienen las manos a la hora de intervenir? pero cuando los bancos tienen pérdidas. El Estado tiene en sus manos el monopolio de la violencia y se admite su coerción cuando algunos grupos pretenden utilizarla, lo cual tiene su lógica aplastante. Pero en ese monopolio de la violencia existe también un exceso, no solo cuando en ocasiones se utiliza contra el propio pueblo, sino cuando el tema del Ejército se convierte en tabú y se realizan unos gastos que no tienen relación con la protección de los derechos sociales.

La democracia real supone un equilibrio entre el ejercicio de coerción por parte del Estado, no solo en la cuestión relacionada con la violencia, sino también en relación a la circulación del dinero. Pero El estado cae en manos de los banqueros. Los valores utilitarios se ríen de la libertad porque afirman ser la libertad? de mercado. Pero el concepto de libertad debe responder a la capacidad de decidir y elegir en un marco de responsabilidad para atender a las necesidades sociales de la mayoría, lo cual en ocasiones está reñido con la eficacia económica.

Uno no es quién para hablar de equilibrios financieros y acepta que debe existir un equilibrio entre el gasto social y los presupuestos. Pero es necesario llegar a una síntesis y no dejar el gobierno en manos quienes hablan de libertad de mercado en unas ocasiones y se quejan del mercado en otras. Hablan de intervención del Estado en seguridad, pero prefieren adelgazarlo al máximo, excepto en aquellos momentos en los que los ricos adelgazan sus cuentas de resultados.

En principio nadie discute que la economía debe servir para construir una sociedad más justa y humana. Suponíamos que el socialismo en libertad contribuía a realizar esa síntesis entre elección responsable y coerción responsable también en función del bien mayoritario común, pero la realidad es mucho más compleja. Hemos visto que la no intervención significa una falta de prudencia y conlleva grandes patinazos y peligros, y determinadas intervenciones también.

El hecho de que numerosas instituciones del Estado, ayuntamientos y autonomías, hayan funcionado también sin equilibrio, movidos en ocasiones por las realizaciones a corto plazo para obtener réditos electorales, y que sus deudas con particulares sean también valoradas en cientos de miles de millones, nos dice muy poco sobre la ética de los partidos, que deben iniciar una profunda reflexión de regeneración ética-política-económica y obtener un verdadero rescate moral.

No estaría de más la presencia de árbitros externos para mejorar la situación en ese ámbito, pero se pone el ojo en las agencias de calificación, auditores externos, o en las manifestaciones de quienes dirigen el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. No son más que la zorra cuidando el gallinero.