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Choques de trenes a la vista

ELECCIONES y congreso de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) encienden luces de alerta en los paneles de la circulación de trenes políticos españoles ante la enventualidad de fuertes choques.

El fracaso del intento de Javier Arenas en la cabecera de cartel del Partido Popular en Andalucía, contra todas las encuestas y pronósticos, la probable formación de un gobierno autonómico en coalición entre PSOE y la eufórica Izquierda Unida que duplicó escaños, frenan la ocupación casi total del mapa en azul y extienden las conocidas excepciones de Catalunya y Euskadi al cuarto territorio que se reconoció como nacionalidad histórica a efectos de escoger la vía rápida de la Constitución para redactar y obtener su Estatuto, referéndum incluido.

La presión de la izquierda-izquierda sobre la socialdemocracia tenderá a desoír las consignas de recortes presupuestarios, especialmente en prestaciones sociales, sin eludir el más que probable conflicto con Madrid, mientras que el éxito relativo de Griñán en el alivio del desastre supone una incomodidad para Rubalcaba y la vieja guardia de su partido, ante un disidente que en las primarias internas apoyó a la exministra de Defensa, Carme Chacón.

Pero la colisión más estruendosa que se viene fraguando desde hace años con más riesgo es la "desafección" (como la llamó el presidente Montilla) catalana respecto de España. El congreso reciente de CDC, que incluyó la consagración de Oriol Pujol como delfín del president Mas, decidió por mayoría a la búlgara hacer más explícito el objetivo final fijado desde la fundación y por ello solo sorprendente para quienes lo desconocían o fingían desconocerlo: la independencia.

La novedad ha sido establecer como paso intermedio, pero inmediato, el acceso a la soberanía "de un Estado". Matizado por algún portavoz como algo diferente de la independencia, o si se quiere, como el acceso a un ente propio dentro de una confederación. La clave, el caballo de batalla inmediato, el proyecto de pacto fiscal, que debería incluir una Hacienda propia y exclusiva de Catalunya.

Más allá de las esperables salvas de la Brunete (o caverna) mediática, las reacciones del equipo Rajoy, incluyendo la del ministro De Guindos en Barcelona, ha sido la de anteponer la salida de la crisis a cualquier arreglo en ese ámbito, mientras la líder de los populares en el Principat, Alicia Sánchez Camacho, más radical, amenazaba con la ruptura de relaciones, y más del apoyo, al gobierno de Artur Mas.

Sin embargo, y sotto voce, figuras del PP en el territorio abogan por un pacto "generoso", más que el propuesto por los socialistas catalanes, porque un rechazo frontal o una contrapropuesta rácana no sería entendida ni por los propios electores, en buena parte recuperados, en la comunidad autónoma.

También aquí se crearía un conflicto interno a CDC, y más al conjunto de la coalición CiU: un acuerdo que rebajase sustancialmente el déficit fiscal (también llamado expolio sin eufemismos), sin llegar a la línea roja fijada por CiU que es la recaudación de todos los impuestos en el territorio por una Hacienda autónoma le situaría en la coyuntura de rechazar el huevo del bien menor por el fuero del objetivo deseado o aceptar el plato de lentejas con más o menos guarnición. En el primer caso, con la pérdida de votos soberanistas; en el segundo, con el de los menos soberanistas.

Con tácticas dilatorias, que son las escogidas hasta ahora por el Gobierno español para no hablar de semejante pacto hasta que no pase la crisis ("largo me lo fiais", dpecía el otro), o con rechazos más o menos frontales, lo que parece inverosímil es que, de conseguirse, el nuevo sistema fiscal para Catalunya se parezca demasiado al Concierto Económico.

Solo faltaba que el presidente López saliese con una declaración radicalmente contraria, desde la cómoda posición de beneficiario del sistema tradicional del Euskadi institucionalizado (y Nafarroa), para ahondar las cada vez más abundantes y transversales críticas de catalanes a la "insolidaridad" vasca y a acabar con la "injustificada" simpatía y admiración catalana con los vascos y "lo vasco", nunca correspondida.