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Más que un partido

AÑO 2012… y sigue la crisis… Con un paro creciente, convertido en un drama humano de proporciones colosales que está dejando en la cuneta a miles de nuestros conciudadanos. Con un tambaleo bancario generalizado y paralizante, tiene visos de frivolidad el disertar tranquilamente sobre esto o sobre aquello sin conceder una atención prioritaria a algo que es realmente la lacra de nuestros tiempos, que está destruyendo literalmente a los que se han quedado en la calle y perturbando las conciencias y las seseras de los que están consiguiendo sobrevivir en un clima de pánico creciente frente al futuro inmediato.

Y, con todo, en 2011, un incremento del 15% de las exportaciones vascas. Algo que equivale a una disminución de nuestra dependencia de un mercado español por otra parte hundido. Y una sensación creciente, con bemoles de independentismo cada vez más audibles, de que aquí nos podríamos defender mejor sin ese lastre hispánico que nos ahoga. Que lo haríamos a la alemana, con brío y con eficacia, si fuera posible exportar al Sr. López e importar a la Sra. Merkel.

Perdura entretanto esa democracia, producto sui generis de la llamada Transición, de aquel borrón y cuenta nueva, de aquella absolución general milagrosa que convirtió en un abrir y cerrar de ojos a todos los déspotas que nos habían estado pisando el gaznate durante cuarenta largos años en demócratas de toda la vida. Y vuelve a entrar en juego la fuerza de los nacionalismos, que es la de los corazones y la de las ideologías, que es la propia de los partidos políticos, reflejo fiel ambas de la naturaleza humana con esas razones que tantas veces la razón no consigue entender.

Con todo, en estos treinta años de posfranquismo, el sistema ha sufrido sin duda un desgaste considerable y una pérdida, a la vez muy de lamentar y peligrosa, de credibilidad y de estima ciudadana. No se debería olvidar que incluso cuando en vez de razonar tienden a vociferar, los partidos dan fe de que sigue existiendo la libertad de opinión que es la libertad por antonomasia. Resulta notable que los grandes partidos españoles larguen por la borda sus respectivas ideologías en cuanto aparecen en Euskadi, convirtiéndose en adalides del más virulento de los nacionalismos españoles. Enemigos mortales en Madrid, amigos del alma aquí, con el Sr. López como fruto de sus amores. Poner coto a esos partidos estatales, que en tierra vasca tienen algo de inmigrantes políticos clandestinos, debería ser la tarea común de todas las formaciones que se consideren abertzales.

Desde luego, no les han faltado problemas a los partidos políticos que paralizados por el golpe de Estado del 36 se encontraron ante un mundo nuevo al reanudar sus actividades en el posfranquismo. Obligados a adaptarse a nuevas formas de pensar y de hacer, a nuevos intereses y a nuevas sensibilidades. En una palabra, a cambiar… radicalmente. Más por necesidad que por convicción. Cabe preguntarse si el Sr. Rubalcaba no estará más cerca del Sr. Botín que de Indalecio Prieto… O si el Sr. Rajoy y su PP, los herederos de la derechona española, tienen algo de demócratas-cristianos o son más bien el ala política de un Episcopado español particularmente reaccionario. En cuanto a la coalición Bildu, nos encontramos ante un milagro digno de Lourdes. El de una cohabitación en apariencia idílica entre enemigos en teoría irreconciliables. Fieles seguidores de San José María Escrivá y devotos de aquel amigo de los pobres, de aquel Karl Marx que por ahora no ha llegado ni tan siquiera al rango de beato. Dicho con el mayor respeto del mundo, una situación que más se parece a la de un concubinato que a la de una púdica cohabitación. El aire de los tiempos sin duda.

Parece razonable pensar que, dadas sus contradicciones internas, la actual coalición Bildu-Amaiur no durará, consolidándose como la izquierda abertzale pura y dura lo que equivaldría probablemente a confiar una vez más el destino de la Nación vasca a las manos probas, sensatas y experimentadas de EAJ/PNV, ampliado quizás y también aclarado, que una cosa es el EAJ del fundador del partido y otra el PNV del siglo XXI. El resultado de una evolución ideológico-generacional, que ha terminado por dejar en la cuneta a Dios, la J de Jaungoikoa. Los agnósticos del PNV se habrán sentido liberados y los jelkides del EAJ seguimos ahí, reconfortados por su presencia siempre próxima. Entre otras muchas, dos corrientes, dos sensibilidades, dos ocasiones de tolerancia y de mutuo afecto y una unidad sin fisuras. La que se apoya en la roca del patriotismo vasco.

El EAJ/PNV no es una partido más. Es más que un partido. Es un río de tendencias, de sensibilidades, de ideas, formuladas en libertad. No es una charca de aguas estancadas. Es un movimiento participativo en el sentido más amplio de la palabra, que tiende la mano, o debería tenderla, a todos los que creen en ese modelo de país que se está convirtiendo en realidad con el sudor de los patriotas.

Cuando EAJ/PNV se queda en simple partido, o más bien en simple aparato, es cuando las cosas no van como deberían ir. No es el mundo de la cultura, alérgico en general a todo lo que suene a partidismo político, el que se nos acercará… Lo hizo en otros tiempos, cuando éramos movimiento más que partido y nos dio fuerza y prestigio. Somos nosotros los que nos tenemos que integrar hoy en ese cosmos enriquecedor que es el de nuestra cultura. Desde la empresarial hasta la del txakoli. Sin prepotencia y con esa apertura de espíritu que fue hace setenta años la de los fundadores de Pizkunde, una agrupación clave en la historia de la resurrección de nuestro pueblo. Fueron afiliados al partido todos ellos, y también más que afiliados. Representaron la simbiosis ideal del patriotismo con la cultura. Algo que nos falta quizás hoy, que necesitamos y que podemos y debemos recuperar.