DOCTOR Areilza sugiere una calle, un pabellón del hospital de Basurto o el Sanatorio Marítimo de Gorliz. Si les recuerdo que fue el padre de José María de Areilza, primer alcalde franquista de Bilbao, embajador del régimen, Conde de Motrico y ministro representante de la derecha-puente en la Transición española, tal vez el personaje les quede más próximo; y será grande su sorpresa cuando comparen sus respectivas biografías, porque en este caso no se cumple aquello de que de tal palo tal astilla. Si el lector está además interesado por la historia o la medicina sabrá que estamos hablando de un médico innovador que dedicó veinte años de su vida a levantar y dirigir el Hospital Minero de Triano, en Gallarta, mejorando las condiciones de vida de aquellos desdichados trabajadores víctimas de rupturas de pelvis y traumatismos craneo-encefálicos, consecuencia de las inexistentes medidas de seguridad laboral. Por si fuera poco, víctimas también de la desnutrición y de las enfermedades infecciosas, como el cólera morbo.

Pero la cirugía, la clínica y la medicina preventiva y social no fueron sus únicas preocupaciones. Enrique de Areilza y Arregui (1860-1926) nació en Bilbao La Vieja, en una casa situada en la calle San Francisco, próxima a Conde Mirasol. Su padre, Julián de Areilza, procedía de Zeanuri, de una familia de ferrones instalada en Bilbao desde hacía medio siglo y desempeñaba el oficio de albaitari o veterinario. La familia era integrista católica y comprometidamente carlista. El ambiente de la casa, al decir de Areilza hijo, era "casi barojiano, de intriga, conspiración y confidencias, al servicio de la causa de D. Carlos". Fallecido el padre de nuestro protagonista cuando este tenía solamente siete años, fue su tío Miguel de Areilza, militar voluntario de la primera carlistada y que alcanzó el grado de mariscal de campo, quien se ocupó de las necesidades materiales de su cuñada y sobrinos. Enrique, gracias a la ayuda que recibía de su tío desde Baiona, donde se hallaba exiliado, se trasladó a Valladolid para estudiar medicina, carrera que acabó en cuatro años debido a su enorme talento y a que el plan de estudios se había acortado por razones de guerra. Nuevamente ayudado por su tío Miguel, pudo ampliar estudios de cirugía y clínica médica en los internados de la Charité y Pitié de París.

De regreso a Bilbao fue seleccionado entre veintitrés aspirantes para diseñar los hospitales de Triano, Matamoros y Galdames, en los que el ya Dr. Areilza desarrolló su actividad durante veinte años. Esas dos décadas resultaron claves en la vida del doctor, y en la de Bizkaia. Las minas enriquecían a la oligarquía vizcaina y, en desigual medida, a la burguesía comercial bilbaina. Pero la miseria de los mineros y la injusticia del trato que se les deparaba crearon las condiciones para el nacimiento del socialismo. Por otro lado, el siempre derrotado carlismo generó hijuelas ideológicas: primero el vasquismo, luego el fuerismo, finalmente el nacionalismo. Todas ellas expresiones de la sensación de derrota militar e imposición cultural y política que llevaba al país a su desnaturalización. Era el "esto se nos va" que denunció Sabino Arana.

El Dr. Areilza levanta acta de lo que observa mediante una excepcionalmente perspicaz correspondencia con sus amigos Pedro Giménez de Illundain, empresario textil pamplonés establecido en Gallarta, donde compartían tertulia, y finalmente radicado en París, ciudad en la que su fortuna le permitía hospedar a todos sus amigos empezando por Areilza; con el antropólogo Telesforo de Aranzadi, el pintor Adolfo Guiard y el filósofo Miguel de Unamuno. Pueden acceder a la misma mediante la lectura de la obra Epistolario (Ediciones El Tilo, Bilbao 1999), imprescindible herramienta para conocer los sucesos, vivencias, creencias y tendencias de una sociedad vasca en ebullición.

Llama la atención el desconocimiento del euskera de nuestro biografiado. Quizás lo conociera su padre y en casa no lo usara. Me inclino a pensar que su madre, Ramona de Arregui, quien procedía de Las Encartaciones, era monolingüe-castellana. Sea como fuese, Enrique de Areilza siente desde niño curiosidad por la lengua de sus ancestros. Cuenta cómo a la edad de once años, durante el cerco de Bilbao de la segunda carlistada, tropieza en la calle Zabalbide con una partida carlista, que le da el alto, impresionándole vivamente que los soldados hablasen entre sí solamente en euskera. Resulta revelador que el castellano tuviese tal implantación entre los habitantes de la Villa, hasta el punto de asombrar al chaval aquel lance. Sin embargo, su relación con el euskara y la identidad vasca no fue tormentosa, como la de su amigo Miguel de Unamuno, sino respetuosa y empática, y así lo demuestra la correspondencia con Telesforo de Aranzadi. Cuando, con motivo de unos Juegos Florales celebrados en Bilbao en agosto de 1901, Unamuno dicta una célebre conferencia en la cual se manifiesta contra el euskera -el guirigay que se montó fue memorable-, Areilza arremete contra quienes desde la "falsificación de la ciencia filológica" ordenan que "el vascuence debe morir", añadiendo que "el campo vizcaitarra (expresión con la que se denominaba a los nacionalistas vascos en un principio) quizá engrose con estas cosas".

En otra carta, remitida el 23 de octubre de 1908, relata a Aranzadi lo acontecido en una excursión al monte Oiz: "En Cenarruza tomamos por guía un pastor de 16 años que entabló conversación en vascuence con el rector (Unamuno) y que no entendía apenas jota de castellano. Se lamentaba el rector de que aquel muchacho no hubiera ido a la escuela, pero su asombro, aunque sería mejor dicho su tirria, fue grande al enterarse que había asistido a la escuela con aprovechamiento puesto que sabía leer y escribir pero... en vascuence". Aranzadi le respondía que su primo Unamuno "había vendido a sus paisanos por un plato de lentejuelas", es decir, su rectorado salmantino; mientras Areilza replicaba que "a mí lo que me ha parecido siempre hediondamente repugnante es halagar los sentimientos de los enemigos del país, sosteniendo una tesis (la necesidad científica de la muerte del vascuence) que ni él la cree ni le importa un comino. El objeto es hacer méritos y en eso andamos desde Salamanca a Bilbao, y desde Salamanca a Madrid".

Durante su estancia en Viena (1894), Areilza recibe periódicos que tratan de La Gamazada, movimiento popular contra la pretensión del ministro liberal español de Hacienda de suprimir el régimen fiscal navarro. En ese contexto viaja a Praga y observa: "Vi en todas las calles la policía armada de fusil y bayoneta, temerosa de que quisiera el pueblo liberar a unos patriotas que iban a ser juzgados. Al ver esta resurrección de razas después de haber sufrido tantos años el despotismo centralizador de los reyes, crea usted que me dieron ganas de entonar el Guernikako en la Plaza Mayor de Praga y gritar ¡viva Euskaria! y ¡abajo el extranjerismo!". Ya de regreso a casa, constata: "Ahora tenemos las provincias ocupadas militarmente... un émulo de Sabino Arana, abogado de Guernica, izó en su casa una bandera separatista y fue conducido a la cárcel de Bilbao. Pues bien, ha sido una romería permanente la cuesta de Zabalbide para visitar al preso, tanto es así que han optado por libertarle a fin de evitarse la procesión". También se manifiesta orgulloso de su identidad vasca: "Estoy leyendo un libro muy curioso de un ingeniero inglés, Mr. Bowles, que (...) solo encontraba contento y alegría en estas tierras de cuyas costumbres y leyes aparece gran partidario. Es muy exacto en sus descripciones y el libro causa una impresión satisfactoria a los que todavía no hemos vendido la primogenitura por un plato de lentejas".

Con esos antecedentes, se entiende su oposición a los adheridos a la causa española, a quienes dirige sus más venenosos dardos. Con motivo de la visita de Alfonso XIII a las fiestas náuticas de El Abra (1905), el monarca se dirige al rector y le dice: "¿Qué tal Unamuno? ¿Cuándo acaba usted con los vizcaitarras?". Viniendo a responder el interpelado que ya estaban muertos desde su soflama de hace tres años. Areilza, en carta a Aranzadi, concluye feroz: "Es verdaderamente triste adquirir la independencia y la autocracia en Salamanca haciendo de maza de sus paisanos". Otro ejemplo: el historiador Pablo de Alzola había descubierto una lápida romana en Forua y tronante sentenció: "Después de esto queda destruida la leyenda estúpida de que los romanos no dominaron esta región". Areilza respondió agrio: "Yo no sé de dónde les sale a estos tipos madrileñizantes el odio a cuanto pueda dar gloria y renombre al país en que nacieron".

Cierto es que en Areilza no faltan reproches al rigorismo ideológico de Sabino Arana -"El espíritu ciego de Sabino sigue informando los actos de esta gente y no se cuidan de formar juventud intelectual que sirva de fundamento al partido"- pero, lector atento de la prensa nacionalista (llega a ofrecerse a Aranzadi, quien se encontraba en el extranjero: ¿quiere usted que le mande Aberri y Euskalduna, si es que este no lo recibe?"), Areilza anota el creciente éxito electoral del nacionalismo, "han triunfado los vizcaitarras en las elecciones municipales, aún cuando don Miguel habrá dicho al rey que acabó con ellos después de sus famosos discursos", y también analiza los inicios de tensiones internas en el movimiento: "Los Aberris y Euskaldunes siguen tirándose a degüello y todo induce a creer que la escisión tomará grandes proporciones. La juventud de Aberri, compuesta por mocosos ignorantes, pierde terreno entre la gente sensata, que sabe por experiencia que el infierno está lleno de buenas intenciones y que no están los tiempos para viajar por el extranjero (exilio) o morir aquí entre escribas y fariseos".

Según avanzamos en la lectura de su Epistolario encontramos sugestivas identificaciones con nuestro presente. Areilza analiza las tensiones en el seno de la Iglesia y distingue entre jerarquía y clero: "El señor obispo de la Diócesis, excelente funcionario público, nacido en las orillas del Ebro, coincide también con los del Euskalduna en eso de la separación de la Iglesia y del Estado (vasco) y prohibió terminantemente los sermones en las funciones religiosas que se han celebrado por los nacionalistas (…) también es verdad que en esta diócesis los curas aguardan a conocer la opinión del obispo para profesar la contraria". Si esta cita le parece al lector de rabiosa actualidad es porque lo es. Y qué decir de su denuncia de los conversos al españolismo: "Para ellos no ha ocurrido aquí nada en estos setenta años y aún se consideran petrificados en los tiempos de Zumalacárregui, defendiendo a Bilbao con gallegos, de la furia del absolutismo, puesto que para dichos señores eúskaro es sinónimo de neo; y aldeano o jebo, enemigo del comercio y de la prosperidad de Bilbao. Este Balparda ha resultado el héroe por fuerza y se nos ha convertido en dos años de ejercitante de Loyola y fuerista, en furibundo anticlerical y antivascongado."

Dejo en manos del lector sustituir el nombre de Gregorio Balparda por el de cualquiera de los neo-centralistas actuales provenientes del independentismo o el nacionalismo, incluso del autonomismo que pacen ahora en las praderas de los medios de comunicación hostiles a la causa vasca. Haciendo bueno el conocido dicho del escritor catalán Josep Plá, "No hay nada más parecido a un español de izquierdas que un español de derechas", Areilza critica a los socialistas con pretensiones de millonario y a los millonarios con pretensiones de socialista: "También por acá se disfrazan los millonarios de socialistas, y en Bilbao tenemos un buen ejemplo en Echevarrieta y Martínez Rivas, y en Madrid con Canalejas".

Areilza reflexiona sobre las ventajas del autogobierno y la ignorancia del centralismo cuando de asuntos vascos se trata: "Hemos excursionado estos días por los montes de Guipúzcoa (Elosua, Macamendi, Udalaitz, etc.) y se nota un progreso grande en muchos caseríos que han construido pilas y lavaderos en vez del antiguo pozo, metiendo la cañería del agua en las mismas cocinas. Lo notable es que la obra es individual y espontánea y que la traída de agua es especial e independiente para cada caserío. Y luego aguante usted circulares de Higiene emanadas de Madrid con un promedio diario de quinientos tíficos y treinta nuevas invasiones desde hace seis meses, y con declaraciones del ministro en el Parlamento de una fuente y un excusado para mil habitantes". Y, finalmente, advierte de los cambalaches que entre aparentes enemigos de izquierdas y derechas se pueden dar para impedir el acceso al poder de los nacionalistas: "Los nacionalistas trabajan mucho, pero supongo que la gente de la izquierda, apoyada por el gobernador, han de pucherear en grande contra ellos".

No sé si a ustedes la correspondencia del Dr. Areilza les evoca asuntos de actualidad. Personalmente me encuentro en la disyuntiva de reconocer su condición de heraldo, mensajero que anuncia lo que va a suceder, o aceptar, desganadamente, que la cuestión vasca tiene algo de eterna repetición. En todo caso, la lectura de su correspondencia me ha servido para descubrir a un personaje desconocido, por haber sido arrinconada su dimensión socio-política, y al que con mucho gusto les presento. Si pasean por el espigón de Astondo en Gorliz deberían detenerse frente a su estatua y saludarle reverencialmente.