LO que sois fuimos nosotros, lo que somos seréis cuando menos lo penséis…" Así reza una inscripción lapidaria en la entrada de un pequeño camposanto de nuestra tierra. Y esa frase precisamente nos viene a la cabeza cuando escuchamos o leemos los razonamientos de cualificados portavoces y creadores de opinión de la izquierda abertzale oficial, tratando de explicar cuáles son las diferencias entre ellos y Aralar. Lo vienen repitiendo un día sí y otro también: estos últimos ni son independentistas, ni están dispuestos a confrontar con el Estado, e incluso, en una preocupante escalada verbal, ahora acusan a Aralar incluso de ser "cómplice" de Rubalcaba.
En política, como en otros ámbitos de la vida, es normal cometer errores, incluso es normal reiterar alguno; lo que resulta difícilmente aceptable es la persistencia en el error y la malicia, y ese parece ser el único argumento que guía los razonamientos de esos portavoces. Parecieran haber entendido que el intento de viraje de la política suicida de los últimos años requiere, más allá de la autocrítica y reconciliación con la propia sociedad, la conversión de mentiras burdas en verdades sagradas. Parece que creyeran que el camino de su resurgimiento empieza en el apuntalamiento de unos cimientos basados en el engaño, los insultos y los errores de años pasados.
Conocen muy bien cuáles fueron aquellas diferencias, de hecho las mismas que han venido guiando su propio disimulado viraje político. Pero, ¿cómo reconocerlo? para reivindicarse solo les queda la descalificación.
Quizá comprendan ahora que ese viraje político debió ser muchos años antes. Quizá estos portavoces, antes entusiastas voceros de aquella ponencia política que supuso el inicio de la caída al vacío del proyecto de la izquierda abertzale, debieron comprender que la subordinación de la estrategia política a una organización descaradamente político militar, nos llevaría irremediablemente a una escalada de sufrimiento estéril en frutos políticos y abocado, como toda la sociedad hace mucho tiempo ya vio, a una derrota militar. Desgraciadamente, parecen haber llegado a esa conclusión demasiado tarde.
Quizá debieron ver, como la inmensa mayoría de los abertzales ya vio hace mucho tiempo, y algunos avisamos y pagamos alto precio por ello, que la persistencia en exigir un nuevo marco político sin ninguna posibilidad de consecución del mismo por la vía militar, hacía un flaco favor a la propia reivindicación democrática. Que la debilitaba si no volcábamos nuestro esfuerzo, además de en la legitimación ante la sociedad, también en la presencia institucional, precisamente para cambiar este marco político impuesto.
Quizá ahora comprenderán que sus insultos por acatar por imperativo legal la injusta ley de partidos, contra aquellos a los que ahora piden esfuerzo común, se vuelven contra ellos mismos por precisamente acatarla por los mismos motivos que antes denunciaban e incluso perseguían. Seguramente, cuando en honor a una justicia real vuelvan a ser reconocidos por la legalidad electoral española, y cuando el tiempo sane mucha de las heridas aún abiertas, participarán, para drama propio de muchos militantes educados en la intransigencia política, como una fuerza más en el marco jurídico político actual.
Ya han comprendido, aunque estos dirigentes aún en 2006 pretendían negociar nuestro nuevo marco jurídico político a espaldas de la propia sociedad, que eso solo se conseguirá con el apoyo de esta y consiguiendo que la defensa del derecho a decidir de este pueblo sea transversal, como derecho democrático que es.
Siguen sin comprender que al igual que ellos ahora aceptan una ley española injusta para sobrevivir y seguir trabajando por su Pueblo, también cada preso tiene derecho a hacer lo mismo y volver cuanto antes a Euskal Herria, siendo esa precisamente la mejor contribución de estos al nuevo tiempo político.
Quizá debieron comprender que una estructura política donde la democracia interna era una mera representación teatral, solo tenía sentido si esta era pareja a una lógica político militar, donde el valor estaba en la suma acrítica, nunca en la libre opinión. Debieron ver que esa lógica les destruiría, no solo la represión.
Todo eso hace tiempo que debieron entenderlo, y todo parece indicar que si son capaces de imponerse al delirio político militar que ellos mismos han venido alimentando, irán comprendiéndolo poco a poco. Eso es imprescindible para que esta sociedad avance como nunca antes hubiéramos soñado, porque en esa izquierda abertzale, a pesar de muchos de sus nefastos dirigentes, están también muchas de las más brillantes y tenaces energías de Euskal Herria.
Nos preocupa que mientras no son capaces de soltar el nudo de su propia soga, la política vasca y la del propio espectro político de izquierdas y abertzale se hunde en la mediocridad y el oportunismo, facilitando una auténtica autopista a algo que nos debiera preocupar sobremanera: el nacionalismo de centro-derecha, que siempre se pretendió hegemónico. Cuanto antes cierren el capítulo político militar, el de las vanguardias trasnochadas y el de sus propios complejos, cuanto más convencidos y seguros de su decisión lo hagan, cuanto antes abandonen el insulto y la descalificación, más fácil será andar conjuntamente todos los caminos pendientes. Muchos lo esperamos con impaciencia; deseamos un nuevo tiempo político que contribuya a la creación de una izquierda nacional vasca que haga política y solo política, y que evite, si todos remamos de forma decidida en un mismo sentido, que aquel tremendo potencial de izquierda nacional vasca, se diluya como un azucarillo en las aguas de la desilusión y frustración.
Y ese es el peligro principal si aquellos a quienes ordenadamente pretenden arrastrar al nuevo tiempo político, persisten en su actitud y no acaban de forma unilateral, definitiva y de forma en que todos lo entendamos, con su tutelaje político. El escenario previsible es optimista, y saludamos de forma entusiasta el último comunicado de ETA, pero por el bien de todos, los pasos a dar tienen que ser firmes y definitivos.
En definitiva, nos ofenden las actitudes de dirigentes como los mencionados. Es increíble, que tras tantos errores, sigan sin entender que hay algo más importante que unos estatutos o una declaración de intenciones mil veces repetida en prensa; que no entiendan que se trata de mostrar otra actitud política y un poco de sana y pública autocrítica; desde luego muy alejada de la prepotencia y chulería a la que nos tienen acostumbrados en comparecencias y artículos de prensa.
La inscripción lapidaria que mencionábamos al comienzo de estas líneas, termina con otra frase que quizá ayude a nuestros compañeros de la izquierda abertzale oficial a entender porqué tanta gente de Euskal Herria cree, desgraciadamente, que deban hacer solos su propio camino: ...rogad por nosotros, y lo haremos por vosotros".