JOHN Barry se ha ido en una avioneta amarilla al más allá azul. Desde el cielo ve la sabana africana y nosotros seguiremos soñando con su música. Memorias de África, Bailando con lobos, Nacida Libre, Goldfinger?¡Cuantos sentimientos nos ha provocado cada nota escrita por este compositor inglés! Escuchando sus melodías siempre hemos sido un poco mejores, porque la belleza nos transforma, suaviza los rasgos, relaja el cuerpo y descansa el alma.
Pero hay grados de belleza. Por ejemplo, Nicole Kidman elige una belleza condicionada. Para no estropear su perfecta figura ha alquilado un vientre y así engendrar un nuevo hijo. ¿Está bien?¿Está mal? ¡Y yo qué sé! En este mundo cambiante todo es discutible, pero nada se inventa. El pecho de alquiler ha sido una constante a lo largo de la historia. Una parturienta de alta cuna no podía amamantar a su bebé. Esa función inferior era para las amas de cría. Robustas campesinas -dicen que las mejores estaban en Santander- con grandes pechos llenos de leche que se dedicaban a este menester. También habían dado a luz y también tenían un bebé. Solo una diferencia: al hijo propio lo tenían que criar a escondidas con las sobras, mientras que el niño acomodado mamaba hasta hartarse envuelto en organdíes y lazos. Esta ama de cría ¿era buena madre? ¡Y yo qué sé! Posiblemente hasta terminaba queriendo más al bebé rico que al suyo, porque el infeliz se terminaba quedando esmirriado por la carencia de leche.
La mujer, al fin, siempre es un recipiente sumiso de vida o de leche. Ya hemos llegado a un grado de refinamiento en la violencia de genero que hasta se puede matar por encargo. La última victima en sumarse en esta lista de horror, ha sido asesinada por su maltratador mientras cumplía condena -evidentemente por malos tratos- en prisión. Por 8.000 euros un matón a sueldo asesinó a su mujer. El culpable, encerrado en su celda, durmió tranquilo la noche del crimen. No parece que los malos espíritus entraran en su sueño. Hay conciencias felices. Aunque las más supersticiosas necesitan una preparación.
Ahora que hemos entrado en febrero, la proximidad del Carnaval nos obliga a meditar sobre la vulnerable conciencia de las fuerzas del bien y del mal que nos rodean. Los cencerros de Lanz ya han salido a la calle para espantar a los malos espíritus. Con su ruido monótono y sus enormes badajos recorren los pueblos navarros dejando una estela de temor. El Carnaval nos hace bipolares por unos días. Carnales y viciosos. Ángeles o santos para entrar en la Cuaresma. Pero, como siempre, nada es lo que parece. Ni el vicio se asemeja a la bella Venecia que fue excomulgada por un Carnaval del siglo XVI, ni la penitencia llena de ceniza los peregrinos como en la Edad Media. Ya ni cubren los santos de las Iglesias en Cuaresma. ¿Mejor o peor que antes? ¡Y yo qué sé!
Ni el piano de Valdemosa, donde tocaba sus exquisiteces Chopin, era verdadero. Sin embargo, hay políticos que se empeñan en tocar todos los argumentos necesarios para conseguir una música desentonada y desagradable. José María Aznar arremete contra las autonomías, y - él que hablaba catalán en familia- dice que no se puede competir con mini-estados.
El expresidente teme tanto que España pierda su unidad de naranja que la personalidad peculiar de cada gajo separado le produce una enorme acidez y amargor. Y yo, siempre ingenua, me pregunto ¿por qué no lo dice Mariano Rajoy que es el supuesto candidato de su partido? Esto del mando debe ser una seña indeleble que impone carácter. No se quita nunca. Lo que no entiendo muy bien es que su señor abuelo -el de Aznar- naciese en un mini-estado como el nuestro, fuese del PNV y hablase euskera.
En fin? la vida y la muerte siempre jugando al corro.
Sigo discrepando, como siempre, de Aznar.
Prefiero dejarme llevar por la frágil belleza de nuestra pequeña autonomía y el rumor del aire para escuchar a John Barry. Soñaré que soy la baronesa Blisen: ?yo tenía una granja en África al pie de las colinas de Ngong.