Los verdugos de la economía
TODO comenzó con la crisis de 2008, cuando la desastrosa y deshonesta gestión financiera de algunas entidades norteamericanas puso en un brete al todopoderoso modelo capitalista y, de seguido, a la economía real. Entonces fue cuando el gran público pudo ver de cerca, y enterarse, de cómo funciona el sistema y especialmente algunas de las grandes corporaciones financieras.
Han pasado dos años, las cosas se habían tranquilizado un poco, se habían aprobado algunas medidas -las de control todavía están sin implementar-, cuando ahora es Grecia quien provoca un sobresalto financiero que afecta a la estabilidad de la Unión Europea. Cierto es que los gobernantes helenos llevaban tiempo sin decir la verdad sobre el estado de su economía; e igual de cierto que sus colegas europeos conocían perfectamente sus mentiras, hasta que el déficit ha alcanzado proporciones insostenibles para todos.
A partir de aquí, llamadas a la prudencia, a la tranquilidad de los mercados y las mediadas de ajuste sobre la economía real; en concreto, sobre las víctimas de estos desaguisados. Algunos de entre el público asistente, percibimos una especial insistencia en el tema de los ajustes centrados en el abaratamiento del despido, el retraso y nuevo cálculo en la edad de jubilación, la contención del gasto público, ése que beneficia a todos cuando se gasta bien...
Cierto es que ahora las instituciones financieras tendrán que dotarse de capitales de mayor calidad (recursos propios) y mejorar sus perfil de riesgo (solvencia), pero lo que será bueno para los empresarios del dinero, va a ser malo para la liquidez al préstamo; es decir, para los que pagan la crisis.
Así las cosas, todos acaban mirando al Banco Central Europeo, garante de este tipo de problemas y que además luce la vitola de independiente por estar asentado sobre un tratado internacional. Sin embargo, el BCE presionó a los gobiernos para que ayudasen a los bancos en la crisis de 2007, a cambio de nada, y es el que otorga credibilidad al grupito de agencias de rating ¡norteamericanas! que prejuzgan los resultados de las políticas económicas europeas y certifican la solvencia a los Estados a pesar de que no son fiables en absoluto, como se pudo ver en 2007. Estas agencias parece que solo tienen intereses pero no responsabilidades cuando sus prejuicios encarecen la deuda pública. En definitiva, da la sensación de que trabajan para el enemigo de casi todos, que no es otro que el especulador a gran escala.
Algo habrá cuando, por primera vez, la vicepresidenta del Gobierno español les advertía de que no va a consentir que se juegue con el prestigio del país ni se ponga en riesgo su sistema financiero "utilizando malas artes y conductas punibles". En este contexto, recordó que a partir de la reforma del Código Penal, estas conductas "basadas en información abusiva" estarán tipificadas y se castigará duramente. Hay que reconocer que la portavoz del Ejecutivo ha enviado un "mensaje claro a los especuladores" recordándoles la reforma del Código Penal, ahora en tramitación en el Senado, con importantes medidas contra esta "modalidad de criminalidad tan dañina" (sic).
La difusión de noticias o rumores (¿calumnias?) para alterar el precio de la cotización de los instrumentos financieros y algunas otras medidas para la alteración del precio de las cosas junto a la utilización abusiva de información influyente se ha convertido en práctica habitual, cada vez más temeraria, ante la inacción de los responsables políticos rayana en el encubrimiento. La agencia Moody"s afirmó que la crisis no terminaría en Grecia. A Portugal le dejaron a los pies de los caballos y se aseguró que la agencia de calificación Fitch iba a rebajar la calificación del Estado español. Al final, ni este Estado necesitaba de rescate alguno, ni Fitch pensaba rebajar su calificación. Pero, entre tanto, algunos se han forrado a costa de muchos en forma de deuda pública.
Estos verdugos de la economía desprovistos de toda moralidad, tienen su lugar bajo el sol democrático, esperemos que por poco tiempo. No es posible que haya tecnócratas de la desestabilización influyendo decisivamente en la marcha de los Estados en paralelo a la representatividad popular sin legitimidad alguna para hacerlo. Propalan rumores y prejuicios interesados sobre la capacidad futura de pago de un país coartando sus decisiones, todo ello bajo el amparo de un BCE que, en su permisividad, trabaja muy poco para favorecer a la economía real.
Dicho de otra manera? ¿Quién manda aquí? ¿Hasta cuándo las democracias occidentales van a seguir bajo los dictados de los especuladores financieros, convirtiendo a los parlamentos democráticos en títeres de intereses que nada tienen que ver con la mayoría de los administrados? Más claro, en el próximo Código Penal. Así lo espero, aunque la presidencia de turno europea debería legislar en contra de quienes juegan al casino virtual con el dinero de los demás. No basta poner dinero para ganar tiempo. Hay que ir a los porqués y a los quiénes.
El reciente Día de Europa debería servir de excusa y marco especialmente relevante para reflexionar sobre qué valores sustentan a Europa y para desactivar a los tiburones financieros adecuando a sus acciones la legislación penal europea. Se habló de suprimir los paraísos fiscales, de endurecer las normativas, de implantar mecanismos férreos de control financiero, más allá de blindar a la Unión Europea contra ataques que deberían ser ilegales. Pero lo cierto es que todos los mensajes europeos llegan ahora en forma de importantes recortes y desventajas contra el ciudadano de a pie ¿Se extenderán a los causantes directos de estos desastres, más allá de las puntuales declaraciones de la vicepresidenta Fernández de la Vega?