La culpa es de los chinos
ES hora de buscar culpables. Hay que mirar alrededor y encontrar a quien se pueda señalar con un dedo acusador. Porque alguien tendrá que pagar por el fracaso de la Cumbre del Clima de Copenhague, ¿no? Claro que nadie en su sano juicio habrá albergado grandes esperanzas de que un acuerdo vinculante saliera de la capital danesa.
Por lo menos, en el anterior agujero, el de Kioto, se llegó a redactar un protocolo vinculante que sentó las bases del combate contra el cambio climático. Se estipuló que el punto de partida de la cantidad de emisiones sería el que marcaba 1990, se acordó rebajar ese nivel en un 5% para 2012, y se creó el polémico sistema de compraventa de bonos de CO2 que, de facto, implicaba una responsabilidad extra de los países desarrollados y se traducía en ayudas al Tercer Mundo. Pero también permitía que, en caso de sobrepasar la cuota fijada, no se tomaran medidas drásticas.
¿Quién no ha ratificado el protocolo de Kioto? Estados Unidos, el mayor contaminante per cápita del mundo.
A Copenhague, sin embargo, se ha llegado con un escenario muy diferente al de 1999. En esta década, China ha sobrepasado en términos absolutos al gigante americano y ya es el principal emisor de gases nocivos a la atmósfera. Además, un buen número de países emergentes viene pisando fuerte, con India a la cabeza. Y en este cambio de orden mundial, los países desarrollados niegan ya su responsabilidad de ayudar a estos milagros económicos a que consigan un crecimiento sostenible. Porque, al fin y al cabo, el Gran Dragón está a punto de colgarse la medalla de plata del ranking económico mundial, y tiene dos billones de dólares de reservas. Es lógico pensar que disponen de la capacidad adquisitiva suficiente como para preocuparse por el bien del planeta.
Así que la culpa es de los chinos. Hay datos contundentes para hacer esta afirmación. Por un lado, la emisión de gases que provocan el efecto invernadero han aumentado en China un 120% desde el año 2000, mientras que en Estados Unidos sólo han crecido un 16%. Desde entonces, el PIB chino también se ha duplicado. A pesar de eso, Pekín ha tumbado las propuestas de Copenhague, que incluían una reducción global del 50%, y del 80% en el caso de los países ricos, para 2050. Un hecho que provocó la airada respuesta del ministro británico de Cambio Climático, Ed Miliband. En un artículo en el periódico The Guardian llegó a asegurar que China había "secuestrado" la Cumbre.
No obstante, desde el gigante asiático la perspectiva es muy diferente, y se ha reprochado a Miliband que sus palabras se enmarcan en una agenda política contra China. Además, se acusa a Europa y Estados Unidos de evadir su responsabilidad y hacer caer el peso sobre las potencias emergentes. Y se subrayan los aspectos positivos del acuerdo de Copenhague, entre los que destacan la colaboración económica y tecnológica, por valor de unos 70.000 millones de euros, para que se materialice ese crecimiento sostenible del que tanto se habla y nadie sabe cómo lograr. Además, se enfatiza el hecho de que se haya pactado limitar el aumento de la temperatura global a dos grados centígrados, como si fuera posible detener el ascenso del mercurio cuando a uno le viene en gana.
Pero hay que tener en cuenta otros aspectos relevantes. China es el mayor contaminante del planeta, sí, pero también es el país que más bienes produce del planeta y el más poblado del mundo. Según las últimas estadísticas, un chino emite cuatro veces menos CO2 que un estadounidense, y tres menos que un europeo.
A pesar de todo, el país está haciendo esfuerzos por limitar su polución. Y no porque su Gobierno sea incapaz de conciliar el sueño pensando en cómo será el futuro de la Tierra. No. Es que a China le interesa, aunque sólo sea por cuestiones monetarias, conseguir limpiar su territorio de la lacra de la polución, que, según un informe del Banco Mundial, le cuesta nada más y nada menos que el 10% de su PIB.
Pekín se ha comprometido a contaminar entre un 40 y un 45% menos por cada punto del PIB. Crear la misma riqueza pero de forma mucho más limpia. ¿Lo conseguirá? Hasta el momento, siempre que China se ha propuesto algo, lo ha conseguido. Aunque sea a golpe de decreto.
Mientras tanto, las grandes potencias desarrolladas no han puesto sobre la mesa ninguna propuesta concreta. Han encontrado la cabeza de turco perfecta para cubrir sus propias miserias. Porque no hace falta firmar ningún acuerdo global si uno quiere limitar sus propias emisiones. Total, la culpa es de los chinos.