Las encuestas que se repiten en largos periodos de tiempo son las que validan las tendencias que se ven por la calle. Un ejemplo es la presentada ayer por el Gobierno central en la que se recogen datos muy esperanzadores. En los últimos 28 años el consumo de tabaco ha bajado en todos los tramos analizados, tanto lo que se fuma a lo largo de la vida, en el último año, el último mes y a diario. Destacan los que inhalan humo todos los días, una población que ha caído casi ocho puntos, del 33,1 % al 25,8, entre 1997 y 2024. Es decir, una cuarta parte de la población sigue contaminando sus pulmones, allá ellos, pero comparada con lo que ocurría en décadas pretéritas es una cifra alentadora que, además, se mantiene. Es un hecho que se fuma menos porque los efectos en la salud de esta droga legal son evidentes y cada vez cercena más la cartera. Dicen también que entre los jóvenes dar caladas o liarse un pitillo ya no está de moda. Así mismo, la inmigración femenina que llega no trae este hábito pernicioso, pero me quedo con el hecho de que la población es cada vez más consciente de que fumar mata. La reducción en el consumo de tabaco es una prueba real de que cuando se quiere, se puede. Ocurre cuando las autoridades son machaconas en sus mensajes, aprueban más restricciones, aumentan dineros para campañas y demuestran que este vicio no beneficia a nadie. Perdón, me equivoco, sí es bueno para las tabacaleras y, curiosamente, el Estado que recauda muchos impuestos.