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Fundidor

Ha sido una noticia fugaz, demasiado seguramente, pero sí, el emérito autoexiliado en su homónimo pérsico salvo para aniversarios, funerales y regatear por las rías gallegas ha fundado una fundación. Otra. Por fundar y fundir va a ser. Ya se le habían conocido, así, a bote, la fundación Lucum (la de los 65 millones para Corinna) y la fundación Zagatka (la de los viajes que le organizaba su aristócrata primo). Y tampoco extraña para lo que ha fundido y aún funde el ínclito. Pero esta fundación, dicen, no la funda para sí, sino para que la fundan sus hijas, dos eran dos (si no tres), Cristina y Elena, también de fundada relación con fundaciones... e ingresos en torno a 300.000 euros al año de la Fundación Mapfre una y 400.000 de la Fundación Aga Khan la otra. Fundamentalmente, no vayan a descartar. Esta última fundación, eso sí, tendrá su sede allí donde se retiró el cazador de elefantes, Abu Dabi, que en árabe significa, y no es coña, “padre de una gacela”. Todo vale para mantener el fundamento de la casa de fundir cash y eludir impuestos. Viene de antiguo. De cuando Valls Taberner, presidente del Banco Popular y miembro del Opus, organizó aquella suscripción que dotó con 10 millones de pesetas de los años 60 lo que fue el hito fundacional de la familia, o sea, el contrato matrimonial con Sofía de Grecia. Eran tiempos en los que en la tele, única y franquista, se anunciaba un brandy con soniquete: “Fundador: está como nunca”.