Las desanexiones de municipios han sido una dinámica frecuente. El último ejemplo vivido en Bizkaia ha sido el de Usansolo, que, tras un largo, proceloso y trabajado proceso se ha independizado de Galdakao. Hace 30 años, en Abanto y Zierbena, el entonces conjunto de barrios de Zierbena se desanexionó de Abanto. El problema fue que el municipio del que se independizaba no podía quedarse con su denominación tal cual, porque Abanto ya existía –en Aragón– y no puede haber dos localidades con el mismo nombre. La solución adoptada fue un tanto extravagante por contradictoria: pasaría a denominarse Abanto-Zierbena, conservando el nombre de un núcleo que ya no formaba parte del pueblo. Ahora, este municipio se plantea eliminar ese extraño apellido, pero sigue teniendo el mismo problema de hace tres décadas. Hay que tener cuidado con estas cosas. Recordemos lo que pasó con la unión de los municipios de Don Benito y Villanueva de la Serena (Badajoz). Hubo consenso en formar un solo ayuntamiento, consulta incluida, pero el nuevo nombre fue motivo de gran discordia, pese a que intervinieron hasta catedráticos. El pueblo –los pueblos– lo rechazaron y los plenos aprobaron otro: Vegas Altas, nada menos. En las últimas elecciones, la irrupción de una candidatura vecinal, que logró la Alcaldía en Don Benito, ha dejado en el aire la fusión. Por cierto, según la RAE “abanto” significa “aturdido y torpe” No todo lo que tiene nombre es, o debe ser.