La que preside esta columna fue una máxima que el difunto alcalde bilbaino Iñaki Azkuna acuñó durante varios años de su mandato para plantar cara a la posesión de armas blancas que algunos especímenes protagonizaban en la noche de la villa. Entonces, como ahora ha ocurrido en Getxo el pasado sábado con el fallecimiento del joven colombiano Felipe, la presencia de este tipo de armas provocaba continuos sucesos donde la sangre salpicaba desgraciadamente cualquier discusión o pelea.

Y es que si sobre pistolas, escopetas y revólveres existe una legislación muy restrictiva, que evita la presencia de este tipo de peligrosos artefactos en las calles, quizás habría que implementar una norma parecida para cierto tipo de navajas las cuales, parece, vuelven a proliferar entre ciertos jóvenes e incluso críos. Porque si causa pesar el fallecimiento de un chaval en la flor de la vida que había venido a buscársela aquí desde su país de origen, provoca estupor que los cinco presuntos agresores, chicos y chicas, sean todos ellos menores de edad.

Si portaban armas blancas está claro que es porque, de alguna forma, han tenido contacto con ellas en el círculo social que les rodea, tanto que sabían utilizarlas y no tuvieron miedo en atacar a una persona con ellas. Es un hecho muy grave y más protagonizado por menores que no puede volver a repetirse. La Policía tendrá que vigilar más su presencia y retirar todas las que puedan de las calles.