UN pueblo está condenado a repetir su historia si no la conoce. Y muchas veces para mal. Es lo que puede ocurrir en Bilbao con el edificio histórico que albergó la empresa Molinos vascos, sito en la península de Punta Zorrotza. Un magnífico bloque testigo de la actividad industrial de principios del siglo XX, con una arquitectura más que destacable y que, si no se remedia, desaparecerá por el paso del tiempo y la negligencia. Como ocurre en estos casos, la propiedad privada del bloque, la obligación que por ley tiene de mantenerlo y la falta de dinero es una combinación letal para su futuro. Son varios los agentes políticos y locales que pelean desde hace años para que las instituciones públicas den aire al edificio y eviten su derrumbe por inacción. Desde la Diputación, como ente más responsable, han decidido después de varios años tomar cartas en el asunto y reservar 1.200.000 euros para “garantizar la estabilidad del bloque”. Una decisión loable que deber ser la base para recuperar este edificio y que se pueda convertir en el buque insignia de la rehabilitación urbanística de toda el área prevista para la próxima década por el Ayuntamiento de Bilbao. Mimbres hay, ahora solo hace falta que la familia propietaria, que tendrá que abonar subsidiariamente los trabajos que acometa la Diputación, colabore y desde las entidades públicas pongan todas las facilidades para recuperar Molinos vascos. Es un edificio demasiado bello e importante para que sea pasto de la piqueta.