Tal vez sea, como creía Einstein, que en tiempos de crisis la imaginación es más importante que el conocimiento y tratamos de imaginar mucho, todo lo posible... y hasta lo imposible a veces. O quizá nos pase lo que al coronel que batalló con Aureliano Buendía y, según escribiera García Márquez, rebatió aquel “la ilusión no se come” de su sufrida y sufriente esposa con un “no se come, pero alimenta”. Incluso pueden ser ambas e imaginamos la ilusión de que pretendemos nutrirnos. Porque si el negocio alimentario ha caído un 3,6% en un mes pese a la escalada de precios y si la inflación de los alimentos está por encima del 9% en lo que va de año y solo hemos gastado un 0,5% más en las cosas de comer, va a resultar que estamos comiendo menos, peor o las dos cosas. Y como también las hipotecas han caído un 21%, hemos reducido nuestras necesidades más básicas después del aire que respiramos mientras mostramos en redes nuestros selfis de viajes o llenamos las mesas de los restaurantes ahora que dicen que apenas quedan libres para las cenas de Navidad. Solo en octubre, las familias sacaron del banco 7.000 millones de sus ahorros. Así que a esta sociedad a crédito, subvencionada o a la espera de pensión como el coronel, le podría pasar lo que a este. Cuando su mujer, que hervía piedras en la olla para que la vieran cocinar sus vecinos, le preguntó: “Dime, ¿qué comemos?”, apenas pudo refunfuñar un sonoro: “¡Mierda!”.