Y van subiendo el tono... y hasta tocan las teclas del órgano que ha venido sonando con las notas indicadas y al ritmo de la batuta política que les eligió, aquel que no se renueva porque renovar no es verbo que conjuguen. ¡Cómo va a serlo si por ellos el régimen seguiría siendo el régimen! Y llaman a salir a la calle rasgándose la investidura como una “afrenta a todos los españoles”, a los que según ellos lo son, que son solo ellos porque español, lo que se dice español, dicen que solo se puede ser así, de una forma, la suya... y se es, se tiene que ser; y hasta tienen que serlo quienes ellos dicen que son, incluso quienes no quieren, no queremos. Y va él, o sea él, y pone la voz en grito ante “un peligro para la democracia”. Él, que mintió a los que son y a los que no son para intentar sujetar el poder que se le escurría por las laderas de aquellas “montañas lejanas”. ¿Recuerdan? En cuatro meses se cumplirán 20 años y todavía... Él, que presidió el partido más corrupto -y ha habido alguno que otro...- desde aquello que ellos siguen añorando porque entonces, con aquel otro señor bajito de bigote, la corrupción era también suya de ellos, de los del partido “de todos los españoles”. Y, por si fuera poco, llama a rebato y alerta de un “cambio del régimen constitucional en España” como si el régimen constitucional fuese aquel anterior que pretendieron infinito e inmutable, el suyo de ellos, salido, aquel sí, de una insurrección. Armada.