Resulta tremendo que más de diez años después del fin de ETA y de décadas de la banda atizando a la sociedad, llegue un partido, su principal víctima política, insistiendo con la banda, como un macarra instrumento, para dar al adversario. Tiene algo muy feo que Feijóo señale que Bildu ha conseguido más con Sánchez que en los años de violencia de ETA, demostrando el neolíder de las viejas cavernas que hay otra forma de violencia política y además social con la misma ecuación que tan pocos réditos dio a su antecesor, y mira que lo intentó. Ayer una ministra lo llamó “líder fallido”, pero este presidente del PP ya no sabe ni lo que es, ni lo que quedó de aquella esperanza templada y suave que ahora reparte burradas por el flanco derecho mientras desconoce quién le hace cuadrarse más, si Ayuso o las encuestas. El PSOE no hace pie con aquella unidad nunca cosida tras los trajines de la sedición o la malversación y el PP, con Ciudadanos neutralizado, se radicaliza de tal modo que a estas horas es imposible saber si Feijóo es del trumpismo a la madrileña, de una fantasmagórica ETA o de un mal guion que ni él se cree. Intentar cohesionar al partido que engendró los hermanos neoliberales y ultras derechizándolo hasta la náusea tiene el peligro de los malos aprendices, de un líder desnortado que es una mala copia del canibalizado Casado. Con más años, un ejemplo anterior y el mismo despiste. Sin perdón.