Somos muchos, sí. Hoy, mañana... cada día 250.000 más que un día antes. El planeta Tierra soporta, ¡vaya si nos soporta! mil millones de seres humanos más que hace 11 años. Ocho mil millones. Un vasto desierto de hombres, que diría Chateaubriand. Y quienes alcancen el siglo XXII contarán más de diez mil millones. Somos muchos, sí, tal vez demasiados; quizás igual de demasiados que si fuéramos menos. Porque no es la cantidad de seres humanos, sino serlo, ser humanos, el principal problema de la humanidad. Y del planeta que nos soporta. ¡Vaya si nos soporta! Ya Séneca, que nos definió racionales, y Aristóteles, que nos definió políticos, coincidían en lo de animales. Lo somos, sí. ¿Evolucionados? Eso ya plantea más dudas. Como dijo con su mal genio Pío Baroja, un milímetro por encima del mono cuando no un centímetro por debajo del cerdo. Somos muchos, sí, más que nunca. También más que nunca con hambre. Y más que nunca enfrentados. Más egoistas que nunca. Y según Antonio Guterres, presidente de la ONU, esa organización aferrada a sus principios como un náufrago al salvavidas, también más codiciosos. En solo una generación hemos olvidado a Kennedy: “Todos respiramos el mismo aire, todos valoramos el futuro de nuestros hijos y todos somos mortales”. Sí, somos ocho mil millones y respondemos cada día a la pregunta de Nietzsche: no, no es Dios; nosotros somos el fallo.