TENGO que reconocer que pocas personas que he conocido en mis entrevistas me han impresionado tanto como Leopoldo Zugaza por su pasión por la vida y la cultura. Le interesaban todos los ámbitos de la cultura; la curiosidad e inquietud no le abandonaron nunca, como él mismo me reconoció cuando recibió un merecido Premio DEIA-Ortzadar del Grupo Noticias hace solo tres años. Nada más enterarme de su fallecimiento el pasado miércoles, rememoré aquel encuentro que tuvo lugar en el periódico, al que acudió acompañado de su inseparable esposa, Carmen Miranda, su gran aliada, que supo transmitir también a sus hijos la pasión por la cultura, entre ellos Miguel Zugaza, director del Bellas Artes. Desde que ella falleció hace un año, perdió un pilar básico en su vida, Leopoldo ya no fue el mismo. Pero ni siquiera entonces dejó de pensar en cómo llenar vacíos culturales. Fue uno de los protagonistas indiscutible de los momentos claves de la cultura en nuestro país. Sin él jamás hubieran salido adelante asociaciones como Gerediaga –que dio paso a la Azoka de Durango– o el Museo de Arte e Historia. Creó ikastolas, asociaciones, bibliotecas... Leopoldo Zugaza estaba convencido de que la cultura promueve la convivencia, por eso dedicó su vida a facilitar que la gente entrara en contacto con ella. Agur eta ohore.
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