SERÁ el pluriempleo, pero como espía estoy perdiendo facultades. Lo digo por si a Putin le da por ampliar el reclutamiento. Llevo desde el martes intentando averiguar quién ha metido mano a la partida de chuches adscrita al fin de semana y ni un triste indicio. Mucho menos una confesión. Con tantos años de interrogatorio, las criaturas han perfeccionado su técnica. Y no digamos el padre. Se enrocan en el “yo no he sido” y no hay polígrafo que valga. Solo me queda ver si grabo alguna psicofonía por si tenemos a algún okupa fantasma. No me miren con esa cara, que no soy la única con vocación de Colombo. Las hay mucho peores. Algunas, como en los coles no dejan mandar a los críos con una cámara GoPro frontal, les han sometido este mes a sesiones en las que deberían haber estado asistidos, al menos, por un observador internacional: ¿Quién es tu profe, es majo, riñe, explica bien, deja ir al baño, a quién tienes a la derecha, izquierda, delante y detrás, ves bien la pizarra, estás cerca de la ventana/puerta/calefacción, tienes deberes, te han dado alguna nota, con quién has jugado en el recreo y a qué, te has comido el hamaiketako, seguro que no tienes deberes...? Algunos pobres, por no sufrirlo, declaran, como en la aduana, según salen por la puerta. “Hay ejercicios de mate, el plátano está en la mochila y la temperatura en el aula era de 23 grados”. Parece que se quedan sin aire, pero siempre les queda aliento para preguntar: “¿Qué hay de comer?”.

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