NUNca he entendido cómo en pleno siglo XXI todavía haya hombres –pocos afortunadamente– que sigan usando corbata, ese –mal llamado– complemento masculino por excelencia. Tampoco que un presidente de Gobierno como Pedro Sánchez haga unas declaraciones tan superfluas como aconsejar que hay que prescindir de ella ante un grave problema como el energético que se nos viene encima. El objetivo del Ejecutivo español es que la prenda no cause más calor a los hombres en los lugares cerrados y, por tanto, no se necesite que la temperatura del aire acondicionado sea tan baja. Pero, como dice el refrán, consejos vendo que para mí no tengo. Hace unos días, Sánchez volvía a lucirla junto a Felipe VI en el tradicional encuentro de verano en Mallorca, aunque luego se la quitara durante su comparecencia ante los periodistas, en esta ocasión, al aire libre y a la sombra. Vamos, que mucha energía no ahorró. Menos mal que la corbata se fue mucho antes de que Sánchez la echara. Sirva o no el quitársela para ahorrar energía, hace tiempo que su uso languidece. La prenda está en desuso, sobre todo, desde la pandemia, donde el teletrabajo y la no presencialidad han bajado su uso considerablemente. Al menos, en este verano complicado, las palabras de Sánchez nos han servido para echarnos unas risas. Y eso no consume energía.

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