¡MI querido Bilbao, cómo has cambiado! Ha repetido emocionada mi amiga una y otra vez estos días durante su visita a la villa. A veces, es necesario volver a descubrir tu ciudad a través de otros ojos para darte cuenta de la transformación que ha sufrido en los últimos años. Hacía al menos tres décadas que mi amiga no visitaba su Botxo y lo que se ha encontrado no se lo esperaba. El Bilbao que ella dejó era una ciudad desalentada, acosada por la reconversión industrial, la conflictividad social y con una tasa de paro del 25%. “En el terreno donde ahora se levanta el Guggenheim, había un aparcamiento de coches, pabellones ocupados por familias, había habitualmente ropa colgada... Era una zona marginal”, recuerda. Este año, el gigante de titanio cumple 25 años. El museo abrió sus puertas el 19 de octubre de 1997, en plazo de tiempo y presupuesto. Se hablaba de la cifra de 130 millones de euros, pero ahí estaba incluido el edificio, que costó 80 millones, el pago de 20 a la Fundación Guggenheim y lo que costaba la colección. lncluso sobraron 26 millones de pesetas. El primer proyecto que tuvo Gehry de escamas –no era de titanio todavía– fue el auditorio Disney en Los Ángeles y, en EE.UU. no se atrevieron a construirlo porque decían que era irrealizable e incontrolable en el precio. Euskadi demostró que sí se puede. Resulta emocionante recordar el pasado para descubrir en qué nos hemos convertido.
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