LEO esas noticias que me hacen avergonzarme de la ciudad en la que vivo. Un sitio que no desea parecerse a las grandes urbes turísticas, que controla los hoteles y los grupos de turistas en las calles pero que en los detalles le saltan todas las costuras. Como en las barracas, el tiempo de utilización de la terraza se acaba y en lugar de fichas te dan una consumición. Un bar del centro de Bilbao, con el ufanismo del que solo tiene dos mesas de terraza y “las mejores cañas de Bilbao”, ole tú, ha puesto el contador para aquellos que quieran sentarse en su terraza y así que el cliente rote. El pobre cliente, será. Aducen para semejante decisión y además mala campaña, que han visto algún señor sentándose a leer un libro en la terraza con la felonía que solo practican los lectores de libros, no digamos ya de periódicos, sin percatarse de que alguien que a estas alturas del milenio se sienta y mira un libro en lugar de un móvil es un espécimen a preservar y no a echarlo a patadas de los sitios. El bareto en cuestión exhibe su particular Ibex de las consumiciones para el tiempo de disfrute de la mesa exterior, el café cotiza a la baja con 15 minutos de gracia y, a partir de ahí, llegan los bonus extra para el resto de bebidas. El local pretende así evitar el despiporre de que los clientes se eternicen sacrificando para ello a los clientes eternos, a esos fieles de la parroquia a quien nadie les cronometra según el valor de la comanda. ¿Tempus fugit? Pues adiós.

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