ODOS conocimos a alguien antes de la pandemia que usaba el gel hidroalcohólico, se lavaba compulsivamente las manos o no bebía del katxi común ni picaba de tus patatas. El de los perdigones daba cierto asquito pero en el fondo nos hacía gracia con su boca zapatilla. Menos lo hacía el que te estornudaba encima pero nada pasaba salvo el tedio de tragarte los famosos aerosoles sin pensar demasiado: podías tener dentro un bicho, sin agobios, todo se compartía sin miedos, desde la pajita del batido a la palmera de chocolate a mordiscos o el bocata de tortilla en el partido. Mirábamos a Michael Jackson con su mascarillla pensando que, pobre, con su esnobismo aprensivo tenía un problema de estrella-burbuja. Lo tenía. Justo como nosotros avanzando en esta sociedad de escrupulosos del futuro que el covid construye tos a tos. La familia o la salud son valores a los que hemos devuelto la atención pero no volveremos a ser los mismos en los miramientos que antes pasaban desapercibidos. La escrupulosa sociedad que se nos presenta me preocupa porque afrontaremos todo con desconfianza poniendo en cuarentena toda expresión de afecto, los besos ruidosos, el hablar cerca o coincidir en el aire más cercano. Todos llevamos dentro ese friki en el que pensábamos nunca nos convertiríamos con sus aprensiones extremas y su asepsia fóbica en un mundo amenazante. So-mos la sociedad del mírame y no me to-ques. A metros con nuestro protocolo preventivo, ya todos somos escrupulosos.

susana.martin@deia.eus