SÍ, sin rodeos: no le veo ni media utilidad a acumular test de antígenos en casa para armarse de razones a la hora de acudir a una comida multitudinaria de Navidad o a la cena con los amigotes del colegio. Primero porque me temo que el diagnóstico no es todo lo certero que sería aconsejable tanto por el hecho de que el test lo realiza en la mayoría de los casos alguien sin experiencia como por la incapacidad de escoger el momento propicio para realizarlo: detectar el momento de riesgo, asociado en teoría al contacto con un positivo, y que la cuenta de días coincida con ese contacto en concreto y no con otro que llama al día siguiente para informar de su contagio. Y segundo, porque es inevitable ver detrás la mano tendida de las farmacéuticas haciendo caja. No queda otra que confiar en que la vacunación nos guíe a la salida de este laberinto. Pero la psicosis colectiva ha generado una burbuja de gasto asociado a la pandemia hasta cierto punto prescindible que podría evitarse limitando los contactos. No me he caído de un guindo, ya sé que el verdadero negocio está en las vacunas, que estamos pasando ya la tercera ronda y si nos dicen que hay que llegar a la quinta, llegaremos. Sin embargo, el tema de los test me queda muy grande. Dejo una última reflexión, que no es propia, es de una empleada de la limpieza: "Este año nadie tiene gripe, todos dan positivo en covid". Y comento su profesión porque su opinión me parece más certera que la de algunos expertos sanitarios.

Asier Diez Mon