AN sido un espectáculo entre infantil y tremendo estas rabietas y medallas que los partidos se cuelgan en las excursiones anuales que son las negociaciones presupuestarias. Enternece ver a Elkarrekin Podemos haciendo mohines por verse desplazado en el baile por Bildu y rebajando la cifra del impacto del pacto de 253 a 66 millones. Los morados dicen que no, que lo suyo no es una pataleta aunque entre las izquierdas la influencia se la hayan birlado los más inopinados tras un pacto sin impacto con los del giro al gobierno y la oposición útil denunciando estrategias políticas, como si todos los pactos no lo fueran y, sin querer, haciéndose un Iturgaiz al que otra vez, todo le pareció mal. En Madrid, las cuentas de Sánchez son ya ese gran spoiler que nos sacude con cambios de tercio y distintos sospechosos como en una novela sueca. Una pista donde se enseña la patita como el que te muestra el certificado covid o el sello del after, la barik o la muda limpia. Eso que jamás te puedes dejar en casa para abordar las "maniobras de apareamiento", que diría Arzallus, que algo sabía de tajadas porque de tanta excursión a Madrid acabó viendo la carrera de San Jerónimo como lo que era: otra pradera del Serengueti. A final todo se define por ver quién muestra más palmito presupuestario, quién se lleva el gato al agua o el mejor marketing. Que si es sexo, que si es amor, esto ya no tiene ni dos rombos. Pacten mucho y más que si para algo estamos ahora es para escándalos.

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