AN venido a decirnos los jueces que las discotecas forjan nuestra personalidad. Y no voy a salir yo a decir que no. Anda que no he aprendido yo cosas en las pistas de baile, los karaokes, las txosnas y hasta en las casetas de la Feria de abril. Parafraseando al cubano pero al revés, no es la noche la que nos confunde porque fue Confucio quien inventó la confusión. Los jueces del TSJPV que han visto amenazada la paz social (sic) para rechazar la obligatoriedad del pasaporte covid, aseguran que la libertad artística que otorga un karaoke no puede coartarse por un asunto como una pandemia. Cantar es cantar y estamos casi todos vacunados pero a la vez esta resolución señala que la vacuna no importa porque la inmunización no es una barrera. Los argumentos de los jueces del Contencioso que han votado contra aplicar el pase covid, tienen algo de ayusada, de mensaje binario, pasaporte sí o no, bailoteo y cubata o libertad. El caso es que en puertas de la Navidad, sin estado de alarma y sin visos de haberlo, con los contagios subiendo y la sexta ola tomando forma, Euskadi se enfrenta a sus primeras fiestas navideñas en pandemia, con cotillones y sin restricciones salvo los aforos y un ápice de sensatez individual para los que aún les quede algo de cordura. Al fin y al cabo, ¿quién no compra aquello de la paz social como constructo de la personalidad individual? La libertad ya es un eslogan más allá de Madrid, Perales y el confusionismo de karaoke. Y se marchó...

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