a reciente noticia del muerto muy vivo -ya saben el señor gallego que dijo haber estado 35 años en coma- ha puesto en la picota el trabajo periodístico. ¡Mira que era difícil creer al falso durmiente! Sin embargo él coló su testimonio en varias televisiones, periódicos y radios. En las redes se montó tal polémica por lo surrealista del asunto, que, debido a la presión y al revuelo suscitado, Manel Monteagudo tuvo que confesar que había mentido. Las risas con lo de Manel están muy bien. A mí también me hace gracia. Pero la otra lectura es que el impostor se montó una historia, en la que nada cuadraba, y sin embargo nos la tragamos. Parece que ahora verificar y contrastar esté bastante sobrevalorado. El mundo del cotilleo ha pasado al de la información. Da igual que sea Manel, o Paco Sanz, el hombre de los 2.000 tumores. Las redes sociales aprietan mucho. El negocio se nutre de relatos impactantes que generen tráfico en Internet. Solo cuenta el click rápido y fácil. Contémoslo ya. Da igual cómo sea. Y da igual que hablemos del pene más largo del mundo. Por cierto que el plusmarquista debe ser un tal Jonah Falcon con unos discretos 34 centímetros, que del perro de tres cabezas. El periodismo requiere (y miren que no me pongo exquisita) de algo de rigor, formación, reflexión, y un poco de documentación. Pero eso no genera rentabilidad. Y ya no interesa, dicen. Vamos a contar mentiras tralará.

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