I han leído el titular y les suena: A) a un plato de un cinco estrellas Michelin; B) a un especial de Equipo de Investigación sobre un cefalópodo delincuente; C) a la panzada de rabas que se van a dar este domingo ahora que ya pueden estampar sus huellas de grasa en la barra, es que no tienen a adolescentes a menos de un kilómetro a la redonda. El juego del calamar es la serie de moda y, a pesar de tener nueve capítulos, hay que devorarla de una tacada porque "si no, en el insti te hacen spoiler". Si eso no es un atracón, que resucite Chanquete y lo vea. Ahora que las series no se ven, se engullen, se podrían ahorrar, como hace esta, el resumen del capítulo anterior, a no ser que lo pongan para que no pierdan el hilo las madres que se duermen en el sofá a mitad de temporada y se despiertan dos entregas más tarde. El día que le conté a la innombrable que en mi época emitían un episodio de La casa de la pradera cada semana le dio tal ataque de risa que se le rompieron las gomas de los brackets. Volviendo a la ficción del momento, advierten que puede producir miedo o angustia y que contiene lenguaje inadecuado, violencia, sexo, desnudez y suicidio. Si dijeran lo que no contiene, la verdad, terminarían antes. Nada más empezar fulminan a 255 extras. Así, para ir abriendo boca. Sin ERTE ni leches. Y no les cuento más porque este calamar es gigante y puede que, para que no les den más la chapa en casa, se dejen caer en sus tentáculos.

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