OS que tenemos una edad, cada vez peor, recordamos aquel dicho que exigía a la mujer del césar no ser solo honesta, sino también parecerlo. Pero compruebo que dentro del colectivo que peinamos canas, cada vez menos, el Alzheimer empieza a hacer estragos en una generación abocada al retiro. Alucino con el obispo de Cartagena, el excelentísimo y reverendísimo monseñor don José Manuel Lorca, que, en un arrebato de humildad cristiana, se transfiguró en un simple capellán con el fin de saltarse todos los protocolos establecidos para ser vacunado contra el covid-19. Me ocurre algo parecido con Luis Ángel Garrido Bengoechea, presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, que no tuvo reparo en dictar un auto que permitió a la hostelería vasca reabrir sus puertas, acción aplaudida y criticada a partes iguales, pero que se tiró al barro al criticar la formación de los epidemiólogos. Uno siempre había pensado que los jueces son esos señores de ceño fruncido y mirada torva y que representan el fiel de la balanza de la Justicia. Pero ya veo, a la vejez viruelas, que hay algunos que son más que jueces, son juez y parte. Y por último compruebo que los padres de Leonor de Borbón siguen el ejemplo del abuelo de esta última y la mandan a estudiar al extranjero, dejando en entredicho todo el sistema educativo español. "Leonor se va de España, como su abuelo". El mejor resumen. No hay humor.

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