ONALD Trump parece haber ganado la batalla al covid en algo más de 48 horas. Dio positivo el viernes, entró en un hospital militar con síntomas el sábado y el lunes ya estaba casi curado en un paseo triunfa fuera del centro hospitalario como si aquello fuera otra chabacana salida de Gran Hermano pero en coche presidencial y con mascarilla. Mientras el mundo contenía el aliento sobre el positivo en covid de un septuagenario, con sobrepeso y con quién sabe cuántas patologías más, al margen de las mentales, el coronavirus no daba crédito sobre, ni en qué cuerpo se había metido, ni qué virus estaba contaminando a quién. Ahora sabemos que Trump se infectó en un acto de 150 personas junto a varios senadores, la asesora, el jefe de gabinete, prensa, la primera dama y un pobre periodista que estaba por allí comiendo jamón. Toda la Casa Blanca está en cuarentena después de que su inquilino más peligroso renegara del virus, de la mascarilla, de la distancia de seguridad y de los 200.000 muertos que ha dejado la pandemia en su país hoy con todo su pulmón político confinado y haciendo bizcochos con una mano y escribiendo tuits con la otra a un mes de las elecciones. Se sospecha de una maniobra para mantener aislado al presidente de la campaña presidencial frente a la gravedad de su estado hace apenas dos días. Mientras, el virus sigue confinado en la Casa Blanca y oyendo aquello de que ha llegado para quedarse. Pobre.

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